(...) Vayas donde vayas el debate identitario es omnipresente, hasta el punteo de que algunos pensadores lo consideran el auténtico tema de este incipiente siglo XXI de globalizadores y globalizados.

Aún así y más de una vez he tenido que aguantar algún amigo del centro peninsular decirme con un cierto rintintín de superioridad algo así como: «aquí no lperdemos el tiempo con esas memeces». Pues no será tanta memez cuando el PP ha decidido convertir la identidad española y sus símbolos en el principal ariete contra el gobierno. Y éste ha respondido con un lan para no perder el lcopyright de la marca España.

Y si algo he aprendido es que los símbolos son lo más fácil de manipular del mundo. Y de la forma más ridícula incluso. En el País Valenciano, por ejemplo, algunos cimentan su identidad y su discurso político en una pequeña franja azul superpuesta a la cuatribarrada catalana y en unas nimias diferencias dialectales. (...)

El problema no son las diferentes identidades sino su manipulación y la utilización de los símbolos incluso para enviar a alguien a la cárcel. (...)