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Maite SOROA

A ver quién se cansa antes

Decíamos ayer que la respuesta ya estaba escrita y hoy cabe constatar que el editorialista de «El Correo Español» y «El Diario Vasco» la ha rubricado.

Los de Vocento constataban que «la reunión que celebraron ayer el presidente Rodríguez Zapatero y el lehendakari Ibarretxe fue la escenificación del encuentro imposible entre un proyecto soberanista que confía en su propia terquedad y el marco constitucional que hace realidad la democracia y el autogobierno». ¡Toma castaña!

Alarmado, el editorialista observaba que «Ibarretxe repitió punto por punto ante los periodistas el razonamiento circular que viene manteniendo; y lo hizo como si el presidente no le hubiera trasmitido nada, demostrando así que no tiene intención alguna de rectificar su proceder». O sea, en plan terco.

Decía también el escribiente que «la obstinación del lehendakari, secundada al pie de la letra por el que ya aparece como el partido de Urkullu, no encuentra encaje alguno en el marco constitucional sencillamente porque su empeño va dirigido a refundar la propia legalidad forzando unas relaciones que obliguen al resto de España a aceptar la decisión de los vascos como una opción soberana, libre de cargas y compromisos hacia los demás españoles. Pero la serenidad de la que Ibarretxe quiso hacer gala ayer (...) es, sobre todo, la representación partidaria de una firme voluntad de continuar al frente del poder autonómico amagando día tras día con el desafío plebiscitario. El anuncio de una consulta en 2008 y otra en 2010 ofrece al nacionalismo la prórroga que necesita para sortear los retos electorales inmediatos». Ah, ¿era eso?

Y para el final deja la fórmula mágica: «(...) cada día resulta más evidente que la insistencia soberanista del nacionalismo gobernante y su recurrente utilización del logro de la paz como argumento para apuntalar dicha estrategia sólo pueden verse frenados por la efectiva aplicación de las leyes. Y, sobre todo, por la definitiva reacción de una sociedad vasca que corre el riesgo de verse arrastrada, por pasividad y por indiferencia, hacia el limbo de la transitoriedad permanente o, lo que aún sería peor, hacia la frustración, la quiebra interna y el hartazgo de los demás españoles». Harta estoy yo.

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