El Llamado Mundial contra la Pobreza se puso en marcha hace ahora dos años y desde entonces se han multiplicado las iniciativas ciudadanas que sirven para mostrar ante las sociedades, en particular las del mundo opulento, que se puede y se debe atajar la pobreza. Ayer, con motivo de la jornada mundial, se repitieron las movilizaciones para denunciar que un millón de personas vive con el equivalente a un dólar diario.

Tal como señala la campaña que ha marcado esta jornada, debe transitarse con urgencia el camino que dista entre la caridad y la justicia o, lo que es lo mismo, asumir que la pobreza no es un mal endémico y que su combate no depende de las buenas intenciones, o no sólo de ellas, sino que es preciso que esos mismos gobiernos que se prodigan en tratados de integración económica se comprometan en un modelo de desarrollo que contemple un reparto más justo de los recursos. Aunque sólo sea por interés egoísta, pues la injusticia social está en el origen de múltiples conflictos y desequilibrios cuyos efectos alcanzan al «primer mundo», es necesario que los gobiernos actúen. Pero la presión ciudadana es clave cara a humanizar la gestión política.