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Raimundo Fitero

La muchachada

Cada vez le voy encontrando más el punto a esa bonita propuesta entre surrealista y gamberra de baja intensidad que se llama «Muchachada Nui» y que exhibe La 2 en la noche de los miércoles compitiendo, por un lado con la otra muchachada, la de CQC, y con un programa en su misma empresa, TVE como «59 segundos» que se ha convertido en una caja de resonancia de las consignas de los partidos políticos que buscan desesperadamente el bipartidismo y la hegemonía en el reparto de cargos para poderse hacer reparaciones en sus chalés a cargo de constructores amigos con licencia para especular.

La gente que acompaña a Joaquín Reyes hacen un programa de humor que va rozando los límites, que no cuida los cánones audiovisuales porque siempre juega a romperlos, que es capaz de pasar de unos momentos realmente conseguidos a las petardadas más inverosímiles. Hay que detenerse en él, porque no es algo sencillo, no sirven material manido, su propia estructura es muy dinámica, pero acumula cambios y cortes, y la historia central que es el eje central de cada episodio realizó el pasado miércoles la parodia de un Ferrán Adriá convertido en medio jabalí de cuento, que contaba cuentos, lo que no dejaba de ser un poco una simpática denuncia de la preponderancia mediática de esas culturas gastronómicas tan esotéricas y rentables para el bolsillo de sus nuevos gurús. Tenía más de un espejo donde ver el esperpento esta entrega.

En esas historias centrales es donde con frecuencia se demoran, se destruyen y reconstruyen las tramas de manera aleatoria, lo que hace difícil quedarse con la copla desde el primer momento. No tienen, por decirlo de otra manera, la picardía de los clásicos cómicos televisivos de intentar atrapar desde el primer segundo en la miel o en la mierda a las moscas de la audiencia. Pero su humor debe tener una cabida televisiva que quizás no se corresponda precisamente con el horario nocturno en el que está ahora colocado, y veremos si la paciencia del programador se templa y la mantienen para que cuaje entre unas audiencias que, salvando las distancias, deben ser de la inmensa minoría que disfrutó con Faemino y Cansado.

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