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Cine y censura franquista en el MOMA

Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Dos estrategias fueron las que mantuvo el franquismo a la hora de utilizar el cine como vehículo propagandístico. Por un lado, se apoyó en una política cinematográfica para gobernar y mantenerse en el poder y, por otro, institucionalizó la censura. Una política que tomaba como referencia los modelos nazi y fascista y que pudo sobrevivir gracias al pacto de cohabitación que estableció con la industria de Hollywood. El sistema de producción de las películas durante el franquismo se basaba en una sobreprotección económica para la producción nacional privada, una censura extrema y, sobre todo, en ejercer la represión de aquellos profesionales disidentes con el régimen. Ahora el Museo de Arte Moderno de Nueva York proyecta hasta el 5 de noviembre el ciclo «Spain (Un)censured», una antología de la historia del cine que se hizo en el Estado español desde los años 50 hasta la transición. La iniciativa recoge películas importantes que se pudieron realizar en aquella época a pesar de las limitaciones que el régimen imponía. Un documental ilustrativo sobre el tema es el de Chema de la Peña, «De Salamanca a ninguna parte», en el que se muestra a algunos de los cineastas que protagonizaron el movimiento Nuevo Cine Español, surgido a su vez a partir de las Primeras Conversaciones Cinematográficas Nacionales (Conversaciones de Salamanca) celebradas en 1955. Aquellos directores intentaron mostrar la realidad social mediante un cine diferente, crítico y podríamos decir que hasta innovador. De aquella iniciativa surgieron títulos como «Del rosa al amarillo», de Manuel Summers; «Nueve cartas a Berta», de Basilio Martín Patino; o «La caza», de Carlos Saura.

Las sesiones del MOMA se inauguraron con la emblemática «La muerte de un ciclista», de Juan Antonio Bardem. Para poder presentar el largometraje ante el público, Bardem fue obligado a «acabar» con la protagonista, interpretada por Lucía Bosé, «porque no se podía permitir que una mujer adúltera y desconsiderada como aquella se saliera con la suya después de asesinar a su amante». A cambio de este «sacrificio» el realizador retrató para la historia del cine a una clase obrera que vivía en la miseria, mientras una burguesía complaciente jugaba al tráfico de influencias. La película fue calificada por la censura de «gravemente peligrosa», aunque por algo recibió el premio de la Crítica Internacional en Cannes.

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