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Maite SOROA

Setién les enerva

Resulta que en «El País» entrevistaron el domingo al obispo emérito de Donostia, José María Setién, y a Rosa Díez se le erizó el vello.

Decía Setién que los objetivos de autodeterminación y territorialidad son legítimos, los reclame ETA o no. Y a Díez casi le da un soponcio: «Obsérvese la perversidad en el lenguaje: las reivindicaciones de los nacionalistas -de los que matan y de los que no (...)- son para Setién derechos violentados mediante la acción de una violencia que se ha convertido en Derecho. ¿Puede haber un discurso más antidemocrático, más justificador del terror y del crimen que esas palabras de Setién? ¿Puede hacer ese discurso un pastor de la Iglesia sin que la jerarquía eclesiástica española haga algo más que remitirse a su posición oficial? ¿No es impunidad lo que la jerarquía eclesiástica le brinda a quien justifica objetivos que requieren del uso del crimen para imponerse? ¿No termina esa impunidad, brindada a Setién, extendiéndose a los propios criminales?» ¡Jope cómo se ha puesto!

Y dice muchas más cosas Rosa. Por ejemplo, asegura que el obispo «no quiere que todos los ciudadanos que vivimos en Euskadi disfrutemos de los mismos derechos (...) El obispo bendice la discriminación de derechos entre ciudadanos con la misma tranquilidad con la que otros pastores de otras iglesias, tiempo ha, bendecían a quienes se ponían las capuchas del Ku Klux Klan. ¡Qué peso se habrán quitado de encima los verdugos nacionalistas vascos que a día de hoy están preparando el próximo crimen! Lo hacen, Setién lo ha dicho, cargados de legitimidad; se les ha impuesto un modelo, no les reconocen sus derechos».

Y para terminar, la guinda: «le considero a Setién cómplice, responsable de una pedagogía antidemocrática que lleva más de treinta años educando jóvenes en el odio y en la mentira. Responsable de ayudarles a encontrar coartadas para canalizar el odio frente a los que no estamos dispuestos a plegarnos frente al terror. Responsable, José María Setién; y responsable, la jerarquía eclesiástica que ca-lla ante la gravedad de sus palabras. ¿Cuántas generaciones de adolescentes encontrarán en las palabras de Setién elementos para alistarse en el odio y el terror? Quizá, tal y como es la costumbre, la Iglesia pida perdón dentro de doscientos años. Pero para entonces ya será demasiado tarde. Y no habrá nadie de los ofendidos que pueda perdonarles». Pobre Rosa.

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