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CRÓNICA Aniversario del Ordeón

Entusiasmo en la celebración del 110 aniversario del Orfeón Donostiarra

Un Velódromo de Anoeta abarrotado fue testigo del tercer concierto organizado para celebrar el 110 aniversario del Orfeón Donostiarra, una agrupación que, más que un coro, es una institución venerada por muchos guipuzcoanos, representante del más genuino donostiarrismo.

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Montserrat AUZMENDI

No cabía un alfiler en el Velódromo, y no se trataba de un acontecimiento deportivo ni de una estrella del pop. Era el Orfeón en su tercera y más emotiva gala de cumpleaños. Si ya antes había obtenido éxito en los dos primeros conciertos conmemorativos de su aniversario, celebrados el primero en el Musikverein de Viena el 20 de septiembre y el segundo en el Teatro Real de Madrid el pasado 11 de octubre, el concierto de Anoeta entusiasmó a un público dispuesto a dejarse encandilar por un programa amable y lleno de efectos simpáticos.

La organización fue impecable. Las dificultades para alojar con orden a 6.000 espectadores fueron superadas con absoluta profesionalidad. Y, ya en el recinto, ni la incomodidad de las sillas ni el frío que poco a poco se fue apoderando del ambiente, impidieron la acogida fervorosa del público, nutrido por personalidades del mundo musical, de las instituciones, y, sobre todo, por gente anónima deseosa de escuchar algo especial.

Los 240 cantores que se subieron al escenario y los 75 músicos de la Orquesta Aniversario, creada para la ocasión y formada sobre todo por miembros de la Sinfónica de Euskadi y de otras agrupaciones, así como por alumnos del Centro Musikene, todos ellos bajo la batuta de Sainz Alfaro, hicieron posible el milagro.

«Carmina Burana»

El plato fuerte, musicalmente hablando, fue la interpretación de los famosísimos «Carmina Burana», de Carl Orff.

En un principio resultó chocante la acústica obtenida, fruto de la megafonía, ya que la parte vocal quedaba algo desdibujada frente a la parte instrumental, pero poco a poco nos fuimos acostumbrando al «efecto velódromo» y nos fuimos haciendo a la idea de que no se trataba de un concierto de demostración de la excelencia musical -ya la tienen bien demostrada-, sino de una gran fiesta, en la que lo más importante era compartir la ilusión de una larga trayectoria.

Tanto la agrupación de adultos como el Orfeoi Txiki y el Gazte, de edades comprendidas entre los 8 y los 15 años, y entre los 15 y los 18, respectivamente, estuvieron a la altura de las circunstancias. Lo mismo podemos decir de la orquesta y de los pianistas Pedro José Rodríguez y Amaia Zipitria, quienes demostraron soltura y solvencia técnica e hicieron un estupendo papel.

Los cantantes solistas se entregaron al máximo. El barítono Lluis Sintes realizó una buena actuación, pese a alguna dificultad en los agudos, y el gasteiztarra Carlos Mena hizo alarde de un estupendo dominio vocal. Pero fue sobre todo, la soprano Rocío Martínez la que encantó a todos los oyentes con su refinada expresividad y la calidez con que nos regaló fragmentos como el «Dulcissime», en el que la perfección técnica y la exquisitez interpretativa fueron a la par.

Pero si desde el punto de vista musical la obra de Orff fue la estrella de la velada, lo cierto es que el entusiasmo del público subió enteros con el ramillete de canciones populares que, bajo el título de «Carmina Mundana» o «Cantos del Mundo», el Orfeón ofreció a continuación.

El ritmo de habanera de «Siboney», de Ernesto Lecuona, cambió el «chip» del encuentro, que se fue relajando. A continuación, el empalagoso -y hermoso- «Edelweiss», de la no menos empalagosa película «Sonrisas y Lágrimas», puso el punto dulzón. La severidad y contención de «Negra sombra», de Montes, dio paso a un clásico, como es el «Txoria Txori», de Mikel Laboa.

Otro clásico, «Aurtxoa Seaskan», fue finamente interpretado. Le siguió la enérgica «Alma llanera», y el programa finalizó con el «Baga Biga Higa», en una versión mix en la que se incluyeron parte de las letras de otras canciones del propio Laboa, y que fue bordada por Iñaki Andueza, uno de los orfeonistas que, en esta ocasión, actuó como solista.

Jolgorio

José Antonio Sainz Alfaro no se hizo mucho de rogar ante la avalancha de aplausos, y regaló tres bises. El «María Cristina me quiere gobernar» sirvió para montar el jolgorio. Los orfeonistas y el propio director bailotearon y hasta se lanzó confetti en una simpática puesta en escena.

El «Maite» de Sorozabal emocionó a muchos de los presentes, del mismo modo que la canción «Parte Vieja Donostiarra», de Ugalde, última de las propinas -bien seleccionadas para gustar- que nos ofreció el Orfeón Donostiarra.

El «Agur Jaunak» puso fin a una divertida velada de aniversario que dejó en todos un buen sabor de boca.

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