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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

La almeja y yo

Unos científicos han descubierto que una almeja de Islandia, a la que han bautizado con el nombre de Ming, posee el récord en longevidad. Ha sido sacrificada por el bien científico y de la humanidad, que busca incansablemente la fuente de vida eterna y las razones que permitirían mayor duración a nuestros castigados cuerpos, que hoy por hoy llegan a los 83 de media en algunos países. Fuera de estos cálculos quedan, lógicamente, países como Swazilandia y Bostwana con una media de esperanza de vida de 33,2 y 33,8 años respectivamente.

La historia de la bivalva nórdica asesinada y apartada de su feliz mundo marino adquiere connotaciones dramáticas en una sociedad enferma que pretende alargar la vida a límites insospechados. Aunque nuestras carcasas no lo aguanten y la calidad de vida quede en segundo plano, perseguimos el logro de elixires, pócimas o situaciones mágicas que permitirían mantenernos jóvenes, esbeltos y sanos. Y no tanto activos o conscientes de que alargar la vida no es tan necesario y de que sí lo es, en cambio, gozarla o saber disfrutarla - y garantizar lo mismo para el resto-.

Nos falta conocer las conclusiones de la investigación -extraídas a la víctima muy a su pesar- para descubrir cómo ha podido sobrevivir en las condiciones del mar del norte tantos años. Me imagino que parte del logro habrá sido su habilidad huyendo de los hambrientos depredadores de la zona durante sus más de 400 años de existencia. Habilidad que no se posibilita, por ejemplo, a los millones de seres que no alcanzan ni los 40 años de esperanza de vida, simplemente por el mal reparto de la riqueza y las posibilidades de supervivencia negados. Mejor dicho, logrados por otras investigaciones pero que no se quieren compartir. Eso seguro que no aparece en dichos estudios, pero son las realidades de los que han quedado fuera de nuestro cercado mundo privilegiado.

No obstante, la «anciana» almeja, bautizada sin su autorización con nombre de dinastía china, no tiene el récord de supervivencia, puesto que el pino de Bristlecone tiene 5.000 años de edad, una sequoia gigante de California 3.000 y el draco de Canarias y algunas esponjas de los corales del norte de Jamaica mas de 1.000. Aunque para inmortal la bacteria del genero «bacillus» encontrada en Pennsylvania -atrapada en un cristal de sal y que comenzó a reproducirse nada mas extraerla- . Ella obstenta el récord con mas de 250 millones de años. Pero como todos ellos nos caen lejanos en apariencia y, aunque suene a chiste, tenemos mas que ver con la almeja estudiada y fotografiada que con los anteriores, no son tan interesantes ni para los científicos ni para los medios.

Lo dicho, es curioso ver las reacciones de las mentes pensantes que han visto sus ansias satisfechas momentáneamente por la posibilidad de vivir durante cientos de años, como el famoso bivalvo observado, aunque ya los huesos sean gelatinosos.

Tal vez sea nuestro miedo a la muerte -que vemos como algo aterrador y no lógico-, lo que nos lleve a la falta de control de nuestras emociones. Pero mucho me temo que, si se aplica la receta de supervivencia, llegue tarde para los que sabemos tanto de esta almeja. Y si llega, no sea igualmente aplicado el secreto para todos. Hoy por hoy y ahora mismo, algunos intentan asegurarse un minuto de vida, muchos permanecen olvidados en su madurez y algunos seguimos temiendo a la vejez. Muchos no creemos que la solución sea vivir más sino mejor y queremos a las almejas ancianas libres y fuera de los curiosos científicos asesinos.

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