El ex ministro francés de Economía con el Gobierno del PSF Dominique Strauss-Kahn se hizo cargo ayer del despacho que ha ocupado en los últimos tres años Rodrigo Rato, quien fuera ministro de Economía con el Gobierno español del PP. Strauss-Kahn se ha comprometido a transitar por el camino de la reforma del organismo anunciada por su predecesor. Sin embargo, la propia elección de Strauss-Kahn, en aplicación de esa regla no escrita en virtud de la cual Washington y Bruselas se reparten la direcciones del BM y del FMI, demuestra que los países tradicionalmente más influyentes tienen ciertas dificultades para renunciar a sus privilegios. La decisión de Rusia de proponer un segundo candidato, en la persona del ex primer ministro checo Josef Tosovsky, vino a poner de manifiesto que uno de los retos pendientes del FMI es abrirse a los países emergentes, lo que pasa por una reforma del sistema de voto. Consciente de esa tarea por abordar, Strauss-Kahn se ha presentado como el candidato de las reformas, e incluso algunas voces han hecho ver que su designación abriría la puerta a la elección futura de un miembro de los países en desarrollo. Lo que parece más seguro es que el ex ministro socialdemócrata no abordará cambios que puedan poner en peligro los intereses del tándem UE-EEUU al que representa.