El portavoz de EAJ-PNV, Iñigo Urkullu, expresó hace unos días su confianza en «escuchar la voz de la Iglesia vasca» sobre las beatificaciones celebradas en el Vaticano, en las que se ignoró los deiciséis sacerdotes vascos asesinados por los fascistas sublevados en 1936. «Sin tener nada en contra de los 498 mártires, que tienen todo el derecho y hacemos nuestra su causa, es obvio que se han olvidado de las personas de origen vasco que murieron en similares circunstancias en tiempo de la Guerra Civil».

Lo que el jelkide denomina «Iglesia vasca» no existe como institución diferenciada de la nacional católica española. Conocemos -y queremos- a personas entrañables que ejercen su misión pastoral en Euskal Herria y que, aun discrepando de la doctrina sociopolítica de la Iglesia de Gomá, Cañizares, Rouco, Blázquez... forman parte de ella, incurriendo en flagrante contradicción al avalar con su presencia a ese pode fáctico. Mientras se mantenga esta situación difícilmente podrán publicarse declaraciones como las que pretende el portavoz jelkide. No olvidemos, por otro lado, que las instituciones de Euskal Herria rinden pleitesía y sumisión a la misma Iglesia, que participó y venció en la «Santa Cruzada»; las autoridades vascas asisten a los fastos religiosos no a título personal, sino luciendo atributos oficiales, con lo que vulneran la prometida aconfesionalidad.