crónica | expresos cuentan su experiencia
«Es importante empaparse del barrio, recibir visitas y noticias frescas»
Iñaki Erro cumplió 20 años en la cárcel en julio. Para hacerse una idea de su situación, sus vecinos del barrio de Donibane, en Iruñea, organizaron una charla donde tres ex presos explicaron sus vivencias. Años y años de pelea diaria y sentimientos a flor de piel.
Jasone MITXELTORENA
Los vecinos de Donibane han iniciado una campaña para dar a conocer la situación de Iñaki Erro. Lleva veinte años en distintas cárceles del Estado español, en la actualidad en Algeciras, en la otra punta del mapa peninsular. Lo que vive, siente, ríe y padece a diario lo saben muy bien José Ramón Artola, Jon Arriaga y Josu Jiménez. Los tres expusieron esta semana sus vivencias en la cárcel, y también hubo oportunidad de conocer los mensajes que ha hecho llegar Erro desde la cárcel: «No hay libertad sin esfuerzo y sin sufrimiento», resume.
Pero, ¿cuál es la realidad diaria del preso, del exiliado? Josu Jiménez resalta «el corte con el entorno afectivo» que suponen la clandestinidad y, finalmente, la cárcel, y por tanto las dificultades que provocan al equilibrio emocional. Recordó algunos hechos «fuertes» que se viven dentro de los muros y que la soledad agudiza, como afrontar la desaparición de familiares, de seres queridos, de compañeros. «Si de por sí es difícil, si estás sólo es mucho peor», indica.
Artola destaca otra realidad diaria, la de «la lucha»: Sobre todo la del que está solo, «que tiene que partirse la cara con los funcionarios. Luego llegaban los compañeros y hacíamos `piña' -rememora-. Es muy importante estar acompañado. Es como una válvula de escape, haces risas de todo...».
Humor ante las dificultades
Resistirse a los abusos es una de las labores diarias. Así lo expone Artola: «El resto de los presos asumía que para recibir una visita te desnudaran, te cachearan... y no entendían nuestra postura de no facilitar las cosas a los funcionarios». Arriaga añade que «cuando nos fuimos enterando de lo de la dispersión, se planteó cómo afrontarla: No aceptar cacheos, desnudarse... Luego venían cosas nuevas y había que valorarlas en el momento, pero te habías comprometido con el colectivo a llevar unas pautas».
Jimenez pone un ejemplo ilustrativo. «Cuando nos ordenaban desnudarnos, nos plantábamos invitándoles a que lo hicieran ellos. Comenzaban rom- piéndonos la ropa, pero al llegar a los `gallumbos', los que sen- tían vergüenza eran ellos. Con esas cosas te reías».
Arriaga confirma que el humor es un antídoto contra situaciones difíciles: «Entraban en las celdas, rompían cartas y fotos... Te dolía, pero cuando se acababa, por si estaban escuchando, hablabas con el compañero y `¿Qué, ha habido maremoto o qué?'. Y te reías...» Hu- mor escatológico, si hace falta: «Para los traslados elegías los calzoncillos más sucios que tenías...», añade Josu Jiménez entre las risas de los asistentes.
El objetivo es no ponérselo fácil. «Comienzas una huelga de hambre y tienen que hacer informes, les supone un incordio controlar tus movimientos. Los trabajadores de la cárcel tienen que responder sobre nosotros», explican estos ex presos.
Artola pone sobre la mesa un episodio que provocó numerosas bajas entre los carceleros: «Cuando estábamos en Herrera, comenzamos a pegar en la puerta, y sonaba mucho. Para poder meterte un `parte', tienen que estar ahí, en la galería, y les era insoportable permanecer allí. De aquello salieron `zumbados' los carceleros». Hechos de este tipo, además, suponían para los funcionarios «perder la autoridad ante los ojos de los demás presos», según recuerdan.
«Los traslados y los cacheos, cuando te levantan a media noche... son situaciones difíciles, pero procuras no dramatizar», añade Artola. En sus palabras, todo ello «es parte de una estrategia diseñada por `picos'. Van viendo cómo reaccionas, suben los picos represivos, valoran cómo estás de moral...». Y Arriaga alerta en este punto de que las cárceles nuevas vienen diseñadas partiendo de esas observaciones: «Lo que conseguías mejorar o cambiar lo han evitado; en centros nuevos como Topas y Soto del Real han subido el grado represivo».
Dimensión de las relaciones
Pero no todo se puede hacer dentro. Destacan la importancia de plantar cara a la dispersión mediante el correo o las visitas, porque la principal consecuencia de esa política es la de cortar lazos afectivos. Cuando Arriaga toma la palabra, subraya que «el que está dentro está ávido de recibir noticias frescas, de la juventud, de visitas nuevas... Necesita empaparse del barrio». Así que anima a los jóvenes a iniciar contactos con los que se hallan a miles de kilómetros de sus hogares. Y subraya que en la cárcel las relaciones y los sentimientos «cobran una dimensión enorme».
Artola apostilla que «aunque empezar a escribir a alguien que no conoces puede resultar difícil, que no se preocupe nadie porque desde dentro te van a enganchar».
La madre de Iñaki Erro escucha todo ello con atención, y en este punto no se contiene. Señala con avidez que el correo va más lento que lo deseado: «Para que llegue en Navidad ¡hay que escribir ya!».