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«Monsieur» Anquetil, una leyenda que destacó por su peculiar personalidad

El ciclismo tiene una cita mañana con el recuerdo, ya que se cumplen 20 años del fallecimiento del francés Jacques Anquetil, una leyenda que pasó a la historia por ganar cinco Tours y, asimismo, por una curiosa personalidad en la que destacaba, dicen, su sencillez y señorío.

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Una aldea normanda, Quincampoix, vio nacer a Anquetil el 8 de enero de 1934. En el mismo lugar reposan los restos de un mito que detuvo el reloj para siempre en Rouen el 18 de noviembre de 1987, a los 53 años, derrotado por un implacable cáncer de estómago. Sus familiares y amigos le rendirán un homenaje.

«Anquetil y yo fuimos compañeros y grandes amigos, para mi era casi un hermano. Después del Tour íbamos juntos a correr criteriums. Le recuerdo con enorme cariño, aparte de un gran campeón era un señor fuera de las carreteras, sencillo, noble y generoso, que nunca perjudicó los intereses de sus compañeros aunque fuese el líder del equipo», recuerda Julio Jiménez, célebre escalador con tres premios de la montaña en el Tour y la Vuelta, y conocido como el Relojero de Ávila.

Anquetil acumuló un palmarés de cinco Tour (1957, 1961, 1962, 1963 y 1964), dos Giros (1960 y 1964), una Vuelta (1963) y nueve títulos mundiales contrarreloj en 16 años .

El Maestro, a pesar de sus 184 victorias, nunca se comportó como un caníbal, apodo que hizo legendario al belga Eddy Merckx, otro del club de los cinco Tours.

«En cuanto a palmarés Merckx le supera, pero como persona Anquetil era un número uno. No era egoísta, ni en lo personal ni en lo profesional», lamenta Jiménez.

Vivir la Vida

Anquetil sacó la cara en un tema de plena actualidad en estos primeros años del siglo XXI: el dopaje. Admitió haber consumido drogas, e incluso le espetó a un Ministro francés en un debate televisivo: «Sólo un idiota se puede imaginar que se puede hacer una Burdeos-París a base de agua. Los corredores tienen el mismo derecho a tratar sus dolores que un profesor de geografía». Palabras que pocos ciclistas se han animado a pronunciar en los tiempos presentes.

Tampoco era un santo delante de un buen vino o de una cerveza, su bebida favorita. Le gustaba vivir la vida, con independencia de su dedicación a la bicicleta. «Tomaba cerveza hasta en carrera. A veces se la ponían en la bolsa y otras se la compraban sus gregarios en los bares», comenta Jiménez.

Sonada fue la farra en la que intervino Anquetil en 1964. Anquetil abusó de los caracoles, una de sus debilidades gastronómicas y de la bebida, sobre todo de la cerveza, que era lo que más le gustaba y del vino, ya que alcohol fuerte no consumía. Al día siguiente atacaron de salida los compañeros de equipo de Bahamontes. «Yo creí que iban a por mí y les vacilaba en cabeza de carrera, pero iban a por Anquetil porque se habían enterado de la fiesta de la noche anterior. Pasó el primer puerto descolgado con tres minutos de retraso, pero en la bajada se lanzó y alcanzó a todos. Fue inolvidable», subraya.

Bahamontes, El águila de Toledo, ganador del Tour en 1959, se rinde a la calidad de Anquetil, pero nunca olvidará que le arrebató en 1963 en Chamonix su segundo Tour «gracias a la ayuda de un motorista».

«Como ciclista fue un fenómeno, el hombre a batir, un especialista en contrarreloj, aunque subiendo mi rival era Charly Gaul. Tenía un equipazo y remataba siempre en las cronometradas», apunta Bahamontes.

Supersticioso

La popularidad de Anquetil le salvó a los componentes del equipo que viajaban juntos a los criteriums de más de un apuro. La policía canjeó más de una multa por exceso de velocidad por unas gorras firmadas por el ídolo del ciclismo francés.

Su inteligencia y racionalidad en carrera, de ahí el apodo de Maestro, contrastaba con su exagerada superstición. Aficionado a la astronomía, vivió con pasión su encuentro con el cosmonauta ruso Yuri Gagarin. Sufrió un trauma cuando un futurólogo le pronosticó que moriría a mediados de un mes de julio, durante la disputa del Tour, y pasó muchas tardes sin salir de la habitación.

El sábado, en Quincampoix, unos cuantos campeones se darán cita para recordar al primer gran mito del Tour. El Caimán Hinault o Poulidor, acudirán al acto organizado por Sophie, la hija de Jacques. Un acto para recordar la sencillez de un grande en la historia del ciclismo mundial.

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