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El drama de los Balcanes

Traumática, pero la única solución

Bloqueada por Serbia con la ayuda del veto ruso, la negociación sobre el estatus definitivo de Kosovo ha acabado en un callejón sin salida. EEUU y la UE improvisan estos días una serie de propuestas alternativas con las que están consiguiendo enervar aún más a los albaneses de Kosovo. Tratan de obviar que la independencia, aunque traumática, es la única solución para este viejo quiste balcánico. Hong Kong en los Balcanes, tratado de buena vecindad de las dos Alemanias, estatus neutro, moratoria hasta 2020 e inyección de ayudas económicas estratosféricas. Las negociaciones sobre Kosovo se asemejan estos días a un gran bazar. Falta lo esencial. Reconocer que sólo hay una solución.

Dabid LAZKANOITURBURU

La discusión del estatus ha llegado al final de un callejón sin salida: Serbia no puede admitir que la independencia es inevitable, nosotros sabemos que lo es y que no se puede aplazar y retocar», sentencia el primer ministro saliente de Kosovo, Agim Çeku.

El ex comandante guerrillero no hace sino plasmar lo que es un secreto a voces. Un diplomático europeo reconoce explícito, bajo el anonimato, que las posibilidades de arrancar un compromiso a ambas partes «son cercanas a cero».

Las posiciones no han variado un ápice desde que la Troika (EEUU, UE y Rusia) iniciara una última ronda de tres meses, después de que Rusia amenazara con su veto en el Consejo de Seguridad a la propuesta del mediador Martti Ahtisaari, que consistía en el reconocimiento de una independencia supervisada por la ONU y la UE.

El Gobierno de Kosovo insiste en que esa tutela de su soberanía es lo máximo que puede aceptar. Por contra, Belgrado se opone a la separación de un territorio que considera cuna histórico-mítica de la Gran Serbia, y propone a lo sumo una solución autonómica para el enclave. «Autonomía toda, independencia nada», es su lema.

Ha contado hasta ahora con la ayuda de una Rusia reforzada en la escena internacional. Tras el triste decenio de los noventa bajo la égida de un Boris Yeltsin que desapareció de la escena meses después de los bombardeos de la OTAN en los Balcanes y la conversión de Kosovo en protectorado aliado, su sucesor, Vladimir Putin, trata de reeditar viejas glorias y aprovecha la crisis de EEUU en Irak y Afganistán para marcar varias líneas rojas. Kosovo es una de ellas. La otra, el rechazo a la provocación del escudo antimisiles de EEUU en Polonia y la República Checa.

Sólo así se explica la «desfachatez» de Serbia al proponer, como alternativa, el modelo de «Un País, Dos Sistemas», vigente en Hong Kong. Una comparativa entre ambas situaciones no resiste el menor análisis. Aunque es cierto que Beijing se reserva las materias de Defensa y Política Exterior y otorga una amplia autonomía a la antigua colonia británica, sus habitantes son igualmente chinos.

No es esta última la única propuesta que circula en los mentideros diplomáticos en torno a las negociaciones. Esta misma semana se ha conocido una iniciativa de la Unión Europea que propone trasladar al escenario actual el Pacto Básico de Principios, Grundlagen Vertrag, por el que las dos Alemanias llegaron a un acuerdo de buena vecindad en 1972. Este acuerdo permitió superar el tradicional paradigma de la República Federal de Alemania, que se presentaba como única representante de Alemania y se basaba en el castigo a todos los estados que osaran reconocer a la República Democrática Alemana. Así, permitía a las dos Alemanias reconocer la existencia de la otra pero sin necesidad de considerarla una entidad extranjera.

Propuesta que olvida que a uno y otro lado del telón de acero todos eran alemanes y que pasa por alto que la división de Alemania obedecía a criterios ideológicos y a la lógica de bloques vigente en aquella época.

Su única virtualidad reposa en que Serbia no estaría obligada a reconocer a Kosovo sin que ello supusiera un obstáculo a su acceso a la independencia.

Aún hay más. El presidente de Kosovo, Fatmir Sejdiu, ha salido al paso de otra propuesta concreta de la UE en torno a un «estatus neutro» que permitiría, como primer paso, la normalización de relaciones entre Serbia y Kosovo.

Los analistas sitúan esta «productividad» de la UE en el marco del colapso de las negociaciones pero recuerdan, además, la falta de unanimidad de los Veintisiete en torno a un eventual reconocimiento de un Kosovo independiente. El Estado español es, junto con Eslovaquia, Rumanía, Chipre y Grecia, renuente a un Kosovo libre y soberano.

Todo apunta a que estos países no bloquearían una posición común, aunque fuentes diplomáticas adelantan que, en todo caso, la UE trataría de postergar por todos los medios una declaración de independencia antes de la elección del presidente en Serbia, prevista para enero.

En los últimos días ha cobrado relevancia una alternativa, que se imputa a Washington, de congelar el estatus de Kosovo hasta 2020, año en el que se celebraría un referéndum de autodeterminación. La propuesta incluye como contrapartida un compromiso por parte de EEUU y de la UE de inyectar ingentes cantidades de dinero, 7.000 millones de dólares al año en los próximos doce años, para relanzar la economía del enclave.

«La independencia no es algo que se puede aplazar a cambio de contrapartidas financieras, como algunos han parecido sugerir; la independencia no está en venta», sentencia el primer ministro kosovar, Agim Çeku.

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