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La crisis institucional en Bélgica sigue abierta tras la manifestación del domingo

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Philippe SIUBERSKI |

Un día después de la primera gran movilización de los partidarios de la unidad de Bélgica y pese a una tímida apertura de los partidos francófonos sobre la autonomía reforzada reclamada por Flandes, la crisis política sigue inextricable.

«En esta crisis, hay tantos acontecimientos inesperados, que uno ya no sabe en qué dirección van. Todo se puede desbloquear en las próximas dos semanas o, por el contrario, la situación puede empeorar aún más», manifestó dubitativo el politólogo Jean Faniel.

El domingo, cerca de 35.000 personas se manifestaron por las calles de Bruselas en defensa de la unidad del país, quebrantada por la incapacidad de los partidos francófonos y flamencos de ponerse de acuerdo sobre la formación de un nuevo Gobierno, pese a haber transcurrido más de cinco meses desde las elecciones legislativas del 10 de junio. Pero, la lección política de esta marea de banderas negras, amarillas y rojas es difícil de extraer, sobre todo, teniendo en cuenta que flamencos y francófonos no suelen extraer las mismas conclusiones.

«¿Entonces, Bélgica ya no existe?», se preguntó un joven francófono. «Los belgas quieren creer que tienen aún un futuro en común. Los políticos no pueden negar más este mensaje», añadió en declaraciones a un periódico francófono.

La prensa flamenca, que apenas había anunciado la movilización, minorizó su impacto. El diario «Standaard», por ejemplo, subrayó que el hecho de que los flamencos -el 60% de los 10,5 millones de belgas- no representasen a un tercio de los manifestantes demuestra que los organizadores «descuidaron un punto crucial; la Bélgica que ellos aman ya no existe».

Incidió en que los temores de una mayoría de francófonos parten de un malentendido porque «muy pocos flamencos quieren el final absoluto de Bélgica, pero muchos de ellos no están de acuerdo con la manera en que está organizada».

Es en el marco de la reforma institucional donde chocan los partidos políticos, que desde junio intentan formar una coalición «naranja-azul», en alusión a los colores de los partidos.

El fin de semana, el partido liberal francófono MR del ministro de Finanzas Didier Reynders -que no oculta su ambición de reengancharse por cuatro años- movió un peón en esta interminable sucesión de fracasos al considerar «posible» una reforma del Estado para el verano del próximo año. Mencionó también la posible concesión de más autonomía fiscal para las autonomías. Los negociadores flamencos, preocupados por el impacto que esta crisis pueda tener en la economía, han visto en esta propuesta «un paso en la buena dirección», aunque el MR haya puesto como condición que los flamencos no usen su mayoría numérica en el Parlamento contra los francófonos.

El partido centrista CDH, que disputa al MR el liderazgo de la parte francófona, pidió que las discusiones institucionales se desarrollen fuera de las negociaciones y «sólo tras un gesto de moderación de los flamencos».

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