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CRÓNICA | EL COMPLEJO MAPA BALCÁNICO

Las elecciones en Croacia podrían decidirse en Bosnia

Prácticamente igualados ante los comicios de hoy, los croatas de Bosnia pueden convertirse en la llave del desempate entre la derecha gubernamental del HDZ y los socialdemócratas del SDP. Estos últimos abogan por derogar el derecho a voto a la diáspora. El HDZ atiza los miedos y la nostalgia de los croatas del otro lado de la frontera.

Rusmir SMAJILHODZIC Corresponsal de France Presse

«Somos un sólo pueblo y seguiremos siéndolo. Yo invito a mostrar la fuerza de la unidad croata que nos conducirá al futuro». Podría parecer un llamamiento electoral típico a escasos días de las elecciones en Croacia. Más cuando quien lo hizo, hace unos días, es el ministro croata de Educación, Dragan Primorac.

La cuestión se complica y adquiere ribetes balcánicos cuando descubrimos que el escenario del mitin no es ninguna localidad de Croacia, sino la vecina Bosnia-Herzegovina, concretamente la localidad de Siroki Brijeg. Y que los destinatarios de su mensaje son los 290.000 croatas que viven en Bosnia.

Primorac encabeza la lista de la derechista HDZ, actualmente en el Gobierno, pero para la diáspora croata.

El HDZ, fundado por el presunto criminal de guerra y padre de la «nueva patria croata», Franjo Tudjman, es el principal beneficiario del voto de la llamada diáspora desde que en 1995 se le concedió el derecho a voto en las elecciones croatas. Dependiendo de su participación, estos votos pueden suponer 12 de los 140 escaños.

Y pueden resultar decisivos, ya que las encuestas apuntan a un resultado muy reñido en los comicios de hoy. Auguran un 36% para los socialdemócratas del SDP, de Zoran Milanovic, y un 34% para el HDZ, del primer ministro Ivo Sanader.

Ha sido siempre así desde 1991, cuando Croacia se desgajó de la República Federal de Yugoslavia. Las cinco citas electorales generales celebradas desde la fecha han sido disputadas in extremis por ambas formaciones. Poco es lo que las separa, más allá de personalismos, en una muestra muy acabada de bipartidismo.

HDZ y SDP suspiran por que Croacia entre en la OTAN en la primavera próxima y aspiran a que se integre en la UE en 2010. Si acaso les distingue el liberalismo a ultranza de los primeros y la defensa de un mayor papel estatal de los segundos, con la que éstos esperan retomar el poder que perdieron en 2003.

Algo sí les diferencia. El SDP apuesta por derogar el derecho de voto de la diáspora. Su líder, Milanovic, es tajante: «El 100% de las leyes aprobadas por el Parlamento croata se aplican a los que viven en Croacia, Es a ellos a los que corresponde elegir a sus representantes y no a los que viven fuera».

Caballo de batalla

Este proyecto, que según los sondeos es compartido por el 65% de los habitantes de Croacia, se ha convertido en el caballo de batalla electoral. Y el HDZ se ha montado en él.

«Croacia está amenazada por los que no os llevan en su corazón», brama el ministro Primorac a los 4.000 croatas de Bosnia que asistieron a su mitin en Siroki Brijeg, localidad de 10.000 habitantes situada cerca de Mostar. Familias enteras acudieron al acto y varios asistentes ondean la bandera de la Herceg-Bosna, efímera república autoproclamada de los croatas de Bosnia durante la guerra de agresión contra esta república, mayoritariamente musulmana, entre 1992 y 1995.

Croacia luchó entonces tanto contra Bosnia como contra Serbia hasta que, en marzo de 1994, accedió a la alianza con los resistentes bosnios.

«Que vuestro voto se oiga siempre», invita Sanader en los paneles electorales instalados en las localidades de Bosnia pobladas por croatas.

«Decidamos en Croacia», replica Milanovic desde los carteles de propaganda en Zagreb.

Los croatas de Bosnia disfrutan de doble nacionalidad. El pasaporte croata abre las puertas de la Unión, mientras los bosnios precisan visado.

«Si ganan, nos quitarán el pasaporte», se hace oír Ruza Sopta, candidata del HDZ mientras los asistentes corean una canción que defiende que la Herzeg-Bosna es parte de Croacia. «Si no nos dejan votar quedaremos heridos de muerte», concluye.

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