lucha por el control del petróleo y los agrocombustibles
El gran negocio del oro negro y el oro verde
En once meses el precio del barril de petróleo ha aumentado un 46,15%. Ronda ya los 95 dólares. Algunos creen que debiera de responder a los 120 dólares, si se tuviera en cuenta la inflación. El petróleo (oro negro) y los agrocombustibles (oro verde) son protagonistas de un gran negocio. Todos quieren estar en ese reparto.
Juanjo BASTERRA
El elevado precio del petróleo y el gas arrastra al alza a otros productos, aunque los diferentes analistas están reconociendo que el mercado está aceptando esa evolución, porque han visto que ya no ocurre como en las depresiones económicas que comenzaron en 1973 y se extendieron hasta el año 2000. En realidad es así, porque hemos visto aumentar su precio desde los 65 euros de promedio de 2006 por barril hasta los casi 95 euros de ayer mismo para las entregas de enero del próximo año, esa situación alcista está conviviendo con una lucha de intereses geopolíticos y económicos en torno al popular «oro negro» debido a que tiene los años contados y, por lo tanto, quienes tienen la llave de ese grifo tratan de no consumirlo con rapidez y, a la vez, regular su precio al alza para que su valor aumente y con ello sus plusvalías. En cuatro años el precio del petróleo se ha incrementado ya por encima del 200%. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que la economía mundial habría crecido 0,3 puntos más cada año desde 2002, si no se hubieran producido los fuertes incrementos del petróleo. Sin embargo, la estabilidad económica mundial no se tambalea ya por el precio de la energía, sino por los intereses que rodean su control.
El último dato existente señala que hay reservas de crudo reconocidas para 49 años y 8 meses. En medio de este proceso, se encuentra la fuerte demanda que China e India están requiriendo y que van a necesitar, si sus economías productivas siguen creciendo a ritmos del 10% y el 8%, respectivamente. En el otro lado de la balanza está la evolución que sufrirán los agrocombustibles. Se nos dice que son una alternativa al petróleo, una energía más limpia. Es el ya conocido «oro verde». Diversos informes, sin embargo, cuestionan esa energía alternativa, porque para producirla se necesita «quemar mucho campo», como indica el Transnational Institute, con sede en Amsterdam. En el fondo lo que sí se está produciendo es una competencia entre las empresas y gobiernos más poderosos para situarse en la cabeza del reparto del gran negocio que es la energía, sea la que proviene del «oro negro» o la del «oro verde», del aire, del mar o de la nuclear, que no está descartada pese al grave peligro conocido que entraña. Ponen como excusa la necesidad de garantizar «la seguridad energética para que no se pare el mundo», pero detrás de estos argumentos y otros como el denominado «nacionalismo energético», aguarda el hecho de que las grandes multinacionales están perdiendo el poder que tenían con el petróleo
Las grandes empresas privadas internacionales controlan menos del 15% de las reservas probadas de hidrocarburos en el mundo, mientras que las empresas ligadas al sector público tienen el 85%. Hasta hace unos años el posicionamiento era más equilibrado con las transnacionales, y fueron éstas las que a finales de la década de los setenta del siglo pasado se negaron a promover la eficiencia energética y el uso de las energías renovables, como intentó la OCDE, porque controlaban la principal fuente energética.
Las grandes corporaciones transnacionales del petróleo y sus derivados «han registrado en los últimos años los mayores beneficios netos de la historia, entre 16.900 millones de euros y 23.400 millones de euros al año», según destaca Paul Isbell, investigador principal de Economía y Comercio Internacional del Instituto Elcano, mientras que las empresas del sector de carácter público han entregado a las arcas públicas ingresos importantes. «Venezuela, por ejemplo, en torno a los 33.700 millones de euros netos y Arabia Saudí, en torno a los 108.000 millones de euros».
Todavía existe una fuerte demanda de petróleo. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía considera que «aumentará» un 45% hasta el año 2030. Para asegurar la oferta, según esa organización, sería necesaria una inversión «de veinte billones de dólares, en términos anuales, más o menos equivalente al actual PIB anual de la economía emergente de Brasil», afirma la AIE.
El sector privado, que es el que ha controlado hasta hace unos pocos años el negocio del petróleo, se está dando cuenta que se les escapa de las manos ese alto nivel de beneficios. Por lo tanto, está presionando para evitar que determinados países tomen el camino que ha emprendido hace ya unos años Venezuela, con Hugo Chávez a la cabeza, de controlar y revertir los beneficios de los recursos en ese país. Con el negocio que obtuvo Arabia Saudí en 2006, recortaron en 20.000 millones la deuda estatal hasta dejarla en un 28% del PIB frente a un 118% en 1998. Rusia, por otro lado, ha cancelado casi la totalidad de su deuda externa; Venezuela ha aportado 15.000 millones desde 2003 a gastos sociales gracias a las plusvalías del petróleo. Angola y Nigeria «se han independizado del Fondo Monetario Internacional (FMI) por el crudo». Junto a Brasil, son ejemplos claros de que la reversión del negocio energético en los países que cuentan con esas reservas petrolíferas puede mejorar el destino económico de cada país.
En el otro lado de la balanza, se encuentran los agrocombustibles, como una salida alternativa al petróleo. «Preparando el terreno para los agrocombustibles» es un documento crítico del Transnational Institute, que advierte de la imposibilidad que tiene la Unión Europea de alcanzar en el año 2020 la utilización de un 20% de energía renovable y de que un 10% de esa cantidad proceda de agrocombustibles para el transporte. La producción de agrodiésel en 2005 alcanzó los 3,2 millones de toneladas y 4,5 millones en 2006. «Para cumplir el objetivo sobre agrocombustibles sin necesidad de importaciones, la UE debería de utilizar aproximadamente el 20% de sus casi 100 millones de hectáreas cultivables para sembrar cosechas con las que producir agrocombustibles».
Según cita el informe, una comunicación de la embajada argentina en Bruselas señala que la producción europea sólo serviría para cubrir el 50% de las necesidades. El resto debería de importarse. Por ese motivo, el Transnational Institute critica las ayudas sin obligación que el Gobierno de Holanda está ofreciendo a las empresas para invertir en el sudeste asiático en aceite de palma, para producir agrocombustible.
Lo que ocurre es que, al final, esas empresas están «explotando a los trabajadores» y los métodos «en la producción están generando más contaminación que la que se quiere reducir con el uso de la energía verde». De hecho, esa organización denuncia que Wilmar Group, la mayor comercializadora de aceite de palma del mundo, infringe sistemáticamente los criterios de sostenibilidad, adquiere tierras de forma ilegal y despeja bosques con la quema». También ocurre en el Amazonas y otros países.
El economista jefe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, aseguró ayer en Berlín que ve con preocupación que el petróleo y el gas «se estén convirtiendo cada vez más en un instrumento político». Se quejó de que los «consorcios petrolíferos occidentales tienen cada vez menos poder». Lamentó que «se utilice esa fuente de energía como instrumentos de presión política», aunque no se quejó de que las empresas de hidrocarburos pagaban sólo unos impuestos en Latinoamérica de un 20%, a pesar de lograr beneficios récord con la explotación del petróleo.
50%
La mitad del aumento de la demanda de petróleo durante los próximos 15 años provendrá de Asia. La AIE considera que más de un 50% llegará de los países como China e India.
20%
Para producir ese porcentaje a partir de la biomasa requeriría entre 500 y 1.000 millones de hectáreas para el cultivo de biomasa. El suelo agrícola mundial es de 1.500 millones de hectáreas.
46,15%
El barril de petróleo se ha encarecido este año un 46,15% desde enero a noviembre, aunque el aumento del crudo en el último cuatrienio se sitúa en un 200%, según los datos oficiales.
23.400
millones de euros es la cantidad que las grandes transnacionales obtienen al año del beneficio de la producción de petróleo y sus derivados. De ahi que no quieran perder ese negocio tan sustancioso para sus intereses.
120.000
de bioetanol y 40.000 millones de litros de agrodiésel sería la producción mundial en 2020 si se ponen en marcha obligaciones de consumo en la automoción, pero sin restricción medioambiental.