La permisividad está en la raíz del maltrato a madres y padres
Empujones, golpes, amenazas, manipulación... forman parte de un tipo de maltrato al alza como es el que tiene a los padres y, mayoritariamente, a las madres como víctimas y a sus hijos, generalmente, e hijas como agresores. Ayer, pediatras vascos conocieron algunos de los resultados de un informe de la UPV-EHU sobre el perfil de estos actores. El estudio pone de relieve que la permisividad de la educación familiar es embrión de muchos de esos malos tratos.
Joseba VIVANCO |
«A los padres no nos exigen tener un carnet, precisamente, para ser padres», se lamentaba ayer la sicóloga Izaskun Ibabe en el marco de la jornada organizada en la capital alavesa por la Asociación Vasca de Pediatría de Atención Primaria. Quizá, en esa ausencia de formación de los progenitores sobre cómo educar a sus hijos e hijas reside uno de los factores que están detrás de los casos del maltrato filoparental, es decir, de los hijos hacia los padres. «Perfil de los hijos adolescentes que agreden a sus padres» fue la investigación de la UPV-EHU que presentó esta experta, un estudio a completar con otro en el que maltratadores y víctimas explicarán su propia visión.
Un «fenómeno emergente», se decía ayer en la presentación de este trabajo, sobre el que ya el año pasado el propio Ararteko advertía que sólo conocemos la punta del iceberg. Las cifras hablan de que las denuncias por este tipo de maltrato van en aumento. El propio estudio presentado por Ibabe, que se ha centrado en los casos habidos en Bizkaia, revela que a partir de 2003 se ha dado un repunte.
Entre 1999 y 2006, han analizado algo más de cuatrocientos expedientes incoados por la Fiscalía de Menores, protagonizados por un centenar de adolescentes de entre 14 y 16 años -aunque los estudios apuntan a que esta situación comienza a percibirse desde los 11 años-. De ellos, 70 lo habían sido por maltrato a sus progenitores. «Son casos alarmantes, pero no son tantos», se apresuró a matizar la sicóloga de la UPV-EHU.
¿Es violencia machista?
La idea de este estudio financiado por el departamento de Justicia de Lakua ha sido la de establecer un perfil de los actores de este maltrato. Una descripción que lo primero que nos indica es que el 85% de los agresores son chicos, con una baja autoestima y enorme dependencia, con problemas en el ámbito escolar y donde «las conductas disruptivas en el aula predicen bastante bien futuros actos de violencia filoparental». También son jóvenes que muchas veces han vivido dentro del hogar otras violencias, ya sea entre hermanos o entre padres. Es más, «los hijos que agreden a sus padres, después es fácil que agredan a sus parejas».
¿Y qué hay de las víctimas? La investigación pone sobre la mesa la duda sobre si no estamos ante una forma más de violencia machista, de maltrato filo-maternal. Es cierto que en buena parte de las familias en que se dan estos casos son hogares monoparentales donde la madre cuida de los hijos. Pero incluso en los supuestos donde están presentes padre y madre, es esta última la que nunca esquiva el maltrato. En el 95% de los casos analizados, la madre siempre es la víctima, incluso cuando la agresión parte de las hijas.
El papel educativo de la familia
«La familia aguanta hasta el final porque considera que es un problema a resolver dentro de la familia», se decía en la presentación del informe. Izaskun Ibabe añadió que «se suele denunciar a los hijos como escarmiento, porque luego suelen retirar la denuncia».
En este sentido, resaltó el papel de la educación de los propios padres a la hora de encauzar la vida de sus hijos como primordial para evitar este tipo de comportamientos agresivos futuros. «Asistimos a una permisividad excesiva por parte de los padres, y una permisividad de la sociedad en general frente a la que a los padres se les hace difícil ir contracorriente. ¿Cómo negarle que se quede por la noche hasta tarde si a todos sus amigos les dejan?», cuestionó. Y aconsejó: «Hay que ser autoritario con mucho cariño».
Los propios profesionales consultados también en esta investigación coinciden en culpar al «estilo educativo» de los progenitores como «factor más relevante». Ahí es donde Izaskun Ibabe insistió en que hace falta un trabajo conjunto con la familia porque, dejó claro, el ámbito judicial no es el más ideal para estos jóvenes. «El problema es que no todos los padres están dispuestos a una terapia familiar. Lo único que piden estos padres es que cambien a su hijo, pero la cuestión es que ese adolescente donde tiene sus problemas es en el seno de la familia».
La realidad es que este tipo de agresión ha cobrado en los últimos tiempos cada vez más publicidad, como sucede con las actitudes agresivas de padres hacia el profesorado o el personal sanitario, o el propio maltrato entre escolares.
La asociación para el bienestar sicosocial Adi Egon, que presta apoyo terapéutico en la capital vizcaina, ha duplicado en un año el número de intervenciones en familias donde adolescentes de 12 a 18 años presentaban conductas violentas hacia sus padres. El número de actuaciones se ha duplicado y han pasado de las 55 intervenciones realizadas en el año 2006, a 100 en lo que vamos de este año, informó la asociación hace unos días. Adi Egon, a través del programa Nerabe-Ekin, creado en 2006 para ofrecer una respuesta preventiva y de protección al menor y sus familias ante situaciones de violencia familiar, intenta evitar que los adolescentes «se conviertan en maltratadores cuando sean adultos».
Las medidas tanto cautelares como firmes más utilizadas por los magistrados pasan por la libertad vigilada de los adolescentes agresores, mientras que el internamiento de los mismos se da en pocas ocasiones.
Resulta llamativo el dato obtenido en el estudio -aunque sólo en base a 19 casos analizados- de que una gran mayoría de los padres, que no madres, de hijos maltratadores tenían estudios superiores.