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Ya sin presidente, Líbano se sumerge en un peligroso vacío político

El presidente de Líbano confirmó su intención de dimitir a medianoche de ayer, una vez vencido el plazo para la designación de su sucesor y tras un nuevo retraso en una semana de la sesión parlamentaria para su elección. Líbano se sumerge así en un vacío institucional ante el que ambas partes en litigio podrían responder con medidas unilaterales, lo que retrotraería a este país a los últimos años de su sangrienta guerra civil (1975-1990).

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El Parlamento libanés retrasó ayer por quinta vez la elección de presidente que debería suceder al actual jefe de Estado, el cristiano Emile Lahud.

Lahud, alineado con la oposición antioccidental, anunció el abandono de su cargo a las 12 de la noche de ayer, tal y como estipula la Constitución del país de los cedros. No obstante, la oficina presidencial adelantó que el hasta ayer presidente tenía intención de tomar «medidas», que no especificó, para garantizar la seguridad del país.

La oficina del presidente del Parlamento, el chiíta y opositor Nabih Berri (Amal) fue la encargada de anunciar el nuevo retraso de la sesión para elegir presidente hasta el viernes próximo, 30 de noviembre.

El Gobierno pro-occidental y liderado por el líder del Movimiento al Futuro, Rafic Hariri, insiste en que, según la Constitución, las prerrogativas presidenciales deberían ser automáticamente transmitidas a su Gabinete, presidido por el sunita Fuad Siniora.

Por contra, la oposición y, dentro de ella, Lahud, califica este Gobierno de ilegítimo y ha adelantado la idea de nombrar al jefe del Ejército, Michel Sleimane, a la cabeza de un Ejecutivo provisional.

La oposición, en la que se inscribe la pujante organización chiíta Hizbulah, exige un voto cualificado de dos tercios tanto para la elección presidencial como para otras tantas decisiones tomadas unilateralmente por el Ejecutivo de este país, forjado con frágiles equilibrios institucionales entre sus tres comunidades, sunita, chiíta y cristiana.

Las fuerzas alineadas con el Gobierno amenazan con elegir a un nuevo presidente valiéndose de su mayoría simple (68 de 127) en el Parlamento.

El fantasma de la guerra

La eventual formación de dos gobiernos paralelos haría revivir la situación de los últimos años de la trágica guerra civil libanesa (1975-1990).

Quizás por ello ambas partes no han pasado hasta ahora de las amenazas. «Hemos renunciado, de momento, a nuestro derecho a una elección presidencial por mayoría simple», señaló un diputado gubernamental. «Estamos comprometidos en proteger la estabilidad», replicó un diputado de Hizbulah, que amenaza con consensuar un Gobierno paralelo como respuesta a esa «usurpación».

La prensa apuntaba ayer a la posibilidad de que los dos campos «acuerden un vacío (institucional) organizado». Así, se abstendrían de tomar medidas provocadoras.

También se evoca la posibilidad de elegir a un presidente interino para dos años y hasta las legislativas de 2009. El vencedor impondría entonces a su candidato.

La otra opción es un conflicto abierto. «Se acusan mutuamente de almacenar armas. Nadie quiere la guerra, pero ¿podría evitarse que se propagara a partir de un incidente, fuera cual fuera?», se preguntaba preocupado el profesor de Política Ghassan al-Azzi.

Lahud decreta el estado de excepción y confía al Ejército el control

Como primera medida antes de abandonar su cargo a media noche, el ya ex presidente Lahud encargó al Ejército la tarea de garantizar la seguridad del país y declaró el estado de excepción. El portavoz presidencial, Rafik Shalala, afirmó que se ha ordenado al Ejército que mantenga «la seguridad en todo el territorio libanés por lo que tendrá a su disposición a todas las fuerzas de seguridad». Esta medida, rechazada por el Gobierno, se empezará a aplicar hoy.

Este anuncio de Lahud no hacía sino confirmar a posteriori una situación de facto, ya que desde la mañana los blindados y patrullas militares habían tomado posiciones en los principales cruces y arterias de Beirut, y específicamente en los alrededores del Parlamento.

En claro contraste, no pocos beirutíes decidieron, por precaución, quedarse en casa. Muchas escuelas y universidades cerraron. El tráfico era menos intenso que lo habitual y los únicos atascos eran provocados por los controles militares. «Hay más soldados y carros que peatones y coches en la calle», señaló a AFP Salim Kantar, empleado de banco. Soldados fuertemente armados instalaron barricadas alrededor del hotel Phoenicia, que albergaba a decenas de diputados que viven fuera del país por miedo a atentados.

No faltaban duras críticas de la población a la clase política. «Francamente, se ríen de nosotros. Así no se puede vivir tranquilo», se quejaba Huda Chaul, telefonista.

«Esperemos no caer otra vez en la guerra civil», mostraba sus temores Wafaa Harb, vendedora en una perfumería de Beirut. Nayla RAZZOUK

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