La progresiva ampliación de la Unión Europea, que se ha convertido en una carrera interminable -fundamentalmente por el surgimiento de nuevos estados desde finales del siglo XX-, se está llevando a cabo con apenas oposición dentro de los nuevos miembros o de los aspirantes. No obstante, la atracción que el sello comunitario despierta en la ciudadanía de los socios más recientes se termina -al menos así lo parece analizando los resultados electorales- en cuanto se cruzan las puertas de Estrasburgo y el correspondiente nuevo grupo de eurotecnócratas se instala en el club de Bruselas.

Reflejo de esa pérdida de atractivo de la UE fue el dato de participación en las elecciones al Parlamento Europeo que se llevaron a cabo ayer en Rumanía, las primeras desde que hace once meses culminara su proceso de adhesión. Apenas uno de cada tres de los 18,3 millones de electores potenciales ejercieron el voto. Lo mismo sucedió en mayo en Bulgaria -el país vecino que también es socio de pleno derecho desde el pasado 1 de enero-, donde votó menos de un 30% de los 6,7 millones de personas con derecho a sufragio.

Evidentemente, cada uno de estos países ha llegado a la cita con las «eurournas» en contextos diferentes, tanto por la coyuntura socio-política interna como por la particular repercusión que el ingreso en la UE ha podido tener en cada caso. Pero no cabe olvidar que cuando en 2004 se renovó el conjunto del Parlamento de Estrasburgo, la medida de participación en el ámbito comunitario fue del 44,20%. Datos que, aunque se quieran disimular con los discursos casi uniformes de las formaciones políticas mayoritarias, ponen muchas dudas sobre la existencia de un compromiso real para crear una «Europa de los ciudadanos».

Pese a todo, la UE sigue atrayendo a quienes se encuentran fuera de sus fronteras, como se ha observado en la campaña de las elecciones legislativas que se celebraron ayer en Croacia, país que logró la independencia en 1991 y que aspira a firmar la adhesión en 2010. Atracción que, vista la participación (en torno al 50%), es mayor entre la clase política que entre la ciudadanía.