radiografía de los residuos orgánicos en euskal herria
El vertedero, mayoritario; el compost, casi nulo
«Basura cero, cero calentamiento global: las tecnologías sucias no limpiarán el mundo». Este es el lema escogido por la Alianza Global para Alternativas a la Incineración (GAIA) para el próximo 28 de noviembre, «Día de acción global contra la basura y la incineración». Con motivo de esta fecha, GARA ha realizado una radiografía sobre los sistemas de tratamiento de la basura en los distintos territorios vascos.
Iñaki VIGOR
Se estima que aproximadamente el 45% de los residuos sólidos que generamos en nuestras casas es materia orgánica. Cartones, papeles, plásticos, botellas, briks, pilas y voluminosos ya se vienen reciclando en la mayor parte de Euskal Herria desde hace años, pero todavía no se ha encontrado una solución adecuada para la materia orgánica.
Salvo excepciones, en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa la mayor parte de esta materia orgánica acaba en los vertederos, lo que genera problemas sanitarios, lixiviados, olores, fermentación de gases de efecto invernadero, roedores, afluencia masiva de estorninos y grave peligro de incendio, ya que si se autoinflama resulta muy complicado apagarlo. Además, gran parte de los gases de efecto invernadero que se van acumulando en la atmósfera proceden de la fermentación de la basura. En la actualidad, Bizkaia es el único territorio en el que se incinera basura orgánica. Según fuentes de Ekologistak Martxan, el 70% de estos residuos son enterrados en vertederos y el 30% se quema, si bien la Diputación tiene previsto instalar otra incineradora para llegar al 60-70% de «eliminación» de la basura por este método, rechazado prácticamente en todo Europa.
Según el documento de directrices del Gobierno de Lakua para la planificación y gestión de residuos urbanos para los próximos años, también se contempla la puesta en marcha de una planta centralizada de compostaje, con una capacidad mínima de tratamiento de 32.000 toneladas de residuos primarios. Además, está prevista la instalación de una planta de tratamiento mecánico biológico (TMB), cuyo objetivo -según el documento de Lakua- es «el aprovechamiento de parte de los residuos reciclables, así como obtener un material con mayor poder calorífico y llevarlo a la planta de incineración con recuperación energética».
En Gipuzkoa estaba prevista la instalación de dos plantas incineradoras en Donostia y Hondarribia, pero los resultados de las últimas elecciones han «castigado» a los partidos que impulsaban esta opción y ambos proyectos se encuentran paralizados. De momento, todas los residuos orgánicos de este herrialde acaban en los vertederos.
El Gobierno de Lakua contempla en este herrialde tres plantas de compostaje que den respuesta a la recogida selectiva de unas 60.000 toneladas anuales, que consiste en la recogida de materia orgánica compostable de grandes productores y la recogida selectiva doméstica a través de contenedores personalizados para las personas interesadas en realizar la separación.
En Araba no existe ninguna planta de incineración y la gran parte de la basura se entierra, si bien el Ayuntamiento de Gasteiz impulsó una planta de tratamiento mecánico-biológico para obtener compost y biogás. Esta planta, en la que se prevé tratar en torno a 18.000 toneladas anuales de basura orgánica, dispone de líneas de tratamiento anaeróbica y aeróbica, incluyendo una parte destinada al compostaje de la materia orgánica recogida selectivamente.
No obstante, el propio Gobierno de Lakua admite que en la actualidad «los valores de recogida selectiva de la materia orgánica compostable en la CAPV son prácticamente nulos», y aporta el dato de que el porcentaje de recogida selectiva de esta fracción de las basuras domiciliarias no llega al 6%, mientras que en países europeos como Austria y Flandes estos porcentajes se elevan al 27% y 37%, respectivamente.
Los datos más actualizados sobre generación de residuos urbanos en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa corresponden a 2005. Ese año se generaron en los tres territorios 1.165.799 toneladas, lo que equivale a 545,6 kilos por habitante. En los tres territorios, el tratamiento mayoritario en la actualidad tanto para residuos biodegradables como no biodegradables es el vertedero, al que se destina el 55,8% de los residuos generados. El reciclaje alcanza el 26,7%, se incinera el 15,6% y el compostaje es casi testimonial (2%).
La situación en Nafarroa es bastante compleja, sobre todo a raíz de la reciente sentencia del TS por la que paraliza la planta de biometanización de Arazuri. En este herrialde no existe ningún proyecto de incineración de residuos urbanos (sí lo hay para los industriales), y aproximadamente el 90% de las basuras orgánicas van a parar a los «centros de tratamiento» de Iruñerria (Gongora), Tutera (El Culebrete) y Lizarraldea (Cárcar).
Iruñerria espera una solución
El más grande es el de Gongora (Valle de Aranguren), a donde llega el 65% de toda la basura domiciliaria del herrialde, principalmente de Iruñerria y de la zona norte. Este «centro de tratamiento de residuos», que en la práctica es un gran vertedero, se abrió en 1992 con la previsión de que funcionase durante un periodo de 60 años. En el proyecto inicial se contemplaba una planta de compostaje, que nunca se ha llegado a hacer. Lo que sí se hace es recuperar todos los gases de las basuras que se generan en el subsuelo, «pero eso no es reciclar, sino obtener energía de la fermentación», aclaran fuentes del Ayuntamiento de Aranguren.
También existe otro vertedero en Arbizu, donde se entierra la basura de unos 10.000 habitantes de Sakana. Este vertedero lleva funcionando unos ocho años y se prevé que, cuando cierre, los residuos de este valle sean llevados a la planta de biometanización de El Culebrete o a Gongora. Si recibe más residuos de los previstos en un principio, este último centro podría quedar colmatado para el año 2024. El mapa de Nafarroa se completa con otro vertedero que recoge los residuos orgánicos de la Ribera Alta.
El vertedero de Tutera acoge aproximadamente la cuarta parte de la basura generada en Nafarroa, y su funcionamiento es muy similar al que la Mancomunidad de Iruñerria pretendía establecer en Arazuri pero fue paralizado por el Tribunal Supremo por no respetar la distancia de dos kilómetros a los núcleos urbanos más poblados.
A raíz de esta sentencia, la Mancomunidad no sabe qué hacer con los residuos orgánicos. Una directiva europea ya obligaba a que desde el año 2006 el 25% de estos residuos urbanos fuesen tratados en vertedero para disminuir sus efectos nocivos. Esta directiva no fue cumplida en Iruñerria, y en estos momentos parece muy problemático que la Mancomunidad pueda cumplir la exigencia comunitaria para que en el año 2009 sea tratada al menos la mitad de la materia orgánica generada en los hogares.
Según las mismas fuentes, probablemente la Mancomunidad va a mantener los mismos criterios para tratar las basuras mediante biometanización, pero no en Arazuri sino en otro lugar. «Si toman esta decisión, trasladarán el problema a otro lugar, pero no lo solucionarán», advierten.
La Alianza global para Alternativas a la Incineración constata que mientras la campaña para prevenir el cambio climático gana terreno, aún existe una necesidad enorme de conectar este desafío ambiental con el tema de la basura. «Es importante que mostremos la realidad que hay detrás de la generación de energía a partir de la basura, algo que las industrias inicineradora y de rellenos sanitarios está promoviendo como energía verde y renovable», advierte GAIA.
En cuanto al lema escogido para el día 28 de este mes, recuerda que diversos estudios muestran que la prevención de la generación de residuos, la reducción y el reciclaje «pueden dar como resultado un gran ahorro energético debido a que disminuyen la necesidad de extraer materia prima virgen».
Por todo ello, las organizaciones ecologistas que integran GAIA destacan la necesidad de aplicar alternativas seguras y que «reduzcan verdaderamente la generación de gases de efecto invernadero, promuevan la conservación de nuestros recursos y protejan la salud humana y el ambiente de una mayor toxicidad».
Dentro de Euskal Herria, Lizarraldea es una excepción, ya que ha encontrado una solución al problema de los residuos orgánicos. Mediante un sistema de recogida selectiva, estos residuos son trasladados a la planta de recuperación que la Mancomunidad de Montejurra posee en el término municipal de Cárcar, que funciona desde hace 14 años. En este centro la basura es tratada y convertida en compost, que luego es adquirido por los agricultores y utilizado para mejorar los campos de cultivo. También se usa en restauración paisajística, ya que mejora la estructura del suelo e incrementa nutrientes al campo.
La Mancomunidad de Montejurra abarca un territorio algo superior a Gipuzkoa, desde las Ameskoas hasta el Ebro. En total, abarca 115 núcleos de población con unos 53.000 habitantes, distribuidos en 67 ayuntamientos. En los últimos 14 años, en esta comarca se ha pasado de generar un kilo de residuos urbanos por habitante y día a generar kilo y medio.
La elección del término municipal de Cárcar para ubicar esta planta se realizó porque se dispone de mucho espacio y por las condiciones climatológicas, ya que es una zona donde apenas llueve. «En el tema de los residuos hay que hacer trajes a medida. Una planta como la de Cárcar sería inviable en Madrid, porque se necesitaría toda la provincia, y tampoco serviría en zonas donde llueve mucho. A nosotros nos funciona, y puede ser extrapolable a sitios con características similares», explica el gerente de la Mancomunidad de Montejurra, Laureano Martínez.
También aclara que la planta de Cárcar «no es una fábrica de compost, sino que, como resultado del tratamiento elegido, sale un producto que se llama compost», y añade que en el caso de que este producto no tuviera las características mínimas para su utilización agrícola, «podría ir perfectamente a los vertederos».
Y es que en ocasiones el producto final no es el esperado, como cuando la separación de los residuos en origen no ha sido correcta y se han introducido, por ejemplo, vidrios. «Aunque la composición del producto sea buena, existe riesgo de que alguien se corte si se destina a jardinería, y entonces se destina a otros usos», explica Martínez.
La planta de Cárcar genera cada año entre 2.000 y 3.000 toneladas de compost de buena calidad, y otras tantas de calidad media. Su destino suelen ser sobre todo los olivares y viñedos de Lizarraldea, y una pequeña parte se destina a pueblos que no están incluidos en la Mancomunidad de Montejurra, como Falces o Funes.
El beneficio que se obtiene con este sistema es doble. Por un lado, evitan la construcción de grandes vertederos, ya que sólo se entierra una mínima parte, concretamente los productos inertes que no pueden ser reciclados. Y por otro lado, restituyen a la tierra la materia orgánica que va perdiendo debido a la explotación intensiva de los cultivos, ayudando a paliar así los efectos de la desertización.
En este proceso, la basura fermenta de forma aeróbica. Por el contrario, la biometanización lo hace de forma anaeróbica, sin aire, lo cual no evita que siga fermentando durante años y que el producto final sea un residuo más. Además, estas plantas requieren inversiones muy elevadas y las más beneficiadas son las multinacionales que las comercializan.
Las bolsas de plástico que se emplean de forma generalizada en los países desarrollados están causando numerosos problemas al medio ambiente en ríos, lagos y océanos, y también a muchas especies que en ellos habitan, debido a que suelen tardar en degradarse más de medio siglo.
Por su forma y peso, las bolsas de plástico tienen tendencia a volar y desperdigarse. Se enganchan en los árboles, vagan a ras de suelo y muchas veces acaban en el agua. De hecho, un metro cúbido de agua del océano contiene 12.000 partículas de plástico. También generan problemas en las infraestructuras, con bloqueos de alcantarillados que pueden generar inundaciones.
Además, las bolsas no sólo son problemáticas al final de su uso, sino también al inicio de su ciclo de vida, en su fabricación. Generalmente se componen de polietileno o de polipropileno, compuestos que se obtienen gracias al petróleo. En el proceso de elaboración, transporte y distribución, las bolsas de plástico emiten a la atmósfera grandes cantidades de CO2 y su impacto medioambiental es enorme, ya que se fabrican por millones.
Según datos de la Asociación Navarra en Defensa de la Tierra, Lurra, en Nafarroa se consumen alrededor de 250 bolsas de plástico por habitante y año, de las que apenas se recicla un 11%. «Hay demasiadas porque se consumen en exceso a consecuencia de su aparente gratuidad. Con sólo privarse de una bolsa al año por persona, en Nafarroa se dejarían de emitir más de 100 toneladas de CO2 a la atmósfera, que vienen a resultar 15 millones de toneladas menos de CO2 al año», informa Lurra.
Esta asociación recuerda que reducir, reciclar y reutilizar (las tres famosas erres) las bolsas de plástico «sería lo deseable», pero constata que esto no ocurre y que resulta «imprescindible aplicar medidas disuasorias y educacionales desde la Administración encaminadas a reducir el uso desenfrenado actual».
Por ello, Lurra ha solicitado al Gobierno de Nafarroa que realice campañas de sensibilización entre los establecimientos que suministran las bolsas a los usuarios y que se aplique una ecotasa por cada bolsa consumida, de forma similar a como ya se ha hecho en Irlanda y Alemania. En otros países se está estudiando esta medida.