Maite Ubiria Kazetaria
«Annapolis», una pésima película
El guión ha sido repetido unas cuentas veces, pero la experiencia acumulada no ha servido para elevar la calidad final. Las productoras norteamericanas avalan periódicamente encargos de medio pelo, que destilan ambición patriótica pero que no nacen con muchas más pretensiones que las de cuajar un producto capaz de ser vendido. Por eso se invierte mucho más en el marketing que en buscar escenarios naturales, o en los actores, que son seleccionados por el mérito casi exclusivo de obedecer a la voluntad de un director en horas bajas necesitado de un golpe de taquilla. Y de tanto repetir el guión, en alguna ocasión ha habido «oscar». No de la Academia de los Angeles, sino del Comité Nobel. Pero ya se sabe que los premios no lo son todo, y hasta hay quien duda de que sean compatibles con los proyectos capaces de dejar huella. Pero vayamos al grano. En esta ocasión se ha trabajado contrarreloj. Con el almirante cansado y bajo de moral, ha sido su segunda de a bordo la encargada de asegurar que no hubiera más deserciones de las calculadas. Y pese a todo, son cosas de la gran pantalla, algunos de los reclamos principales del film han llegado al estudio, plagadito de cartón-piedra, con una falta importante de motivación, con una indisimulada inseguridad sobre el sentido de esta actuación por encargo en la que, como se suele decir, lo de menos es la calidad del diálogo, porque lo que decide es la promoción.
«Annapolis» se estrenó en 2005 y nadie recuerda a los protagonistas de aquel vano intento de emular el taquillazo de “Oficial y caballero”. El escenario, la base naval de Annapolis, y el guión ya conocido: un aspirante poco dotado y junto a él un cadete de pedigrí, y por encima de ambos un instructor, a la sazón un negro malhumorado pero capaz de convertir a un hombre que va de cabeza al estercolero social en un orgulloso oficial. Y en Annapolis se citan Abbas y Olmert, bajo la atenta mirada de la instructora Rice, dispuesta a partirse el cobre con tal de que el almirante Bush pueda jubilarse con algún éxito en Oriente Medio en su maltrecha hoja de servicios.