Raimundo Fitero
Un abismo
El vértigo es una suerte de llamada del abismo. La televisión, en muchas ocasiones, tiene unas consecuencias parecidas, llama a los más proclives como si fuera una voz insistente que llega desde el abismo. Les llama para que se lancen al vacío, o sea, para que lleguen a cualquiera de las pantallas con las que ahora convivimos para tener sus minutos de notoriedad. Antes, el clásico dijo que cualquiera podía tener sus cinco minutos de gloria. Ahora, cualquiera puede tener sus treinta segundos de oprobio. La diferencia entre ayer y hoy estriba en que esos segundos de oprobio te pueden dar una rentabilidad económica que la gloria solamente se convertía en un estado de ánimo pasajero y circunstancial.
Uno de los últimos casos es lo realizado por dos jóvenes en un instituto sevillano, que obligaron a una compañera a realizar una felación y la grabaron con la intención de colocarla en un programa de televisión. Cobrando, naturalmente. Aquello de «Vídeos de primera» y sus secuelas, que tantas catástrofes familiares provocaron, se ha quedado convertido en un juego de niños. Hoy se buscan imágenes más contundentes, con el sexo en la forma más cruda posible, en las situaciones más inverosímiles y grabadas con los medios más rudimentarios, que dicho en términos actuales significa con el teléfono portátil. Aquí hay varios asuntos cruzados, el abuso por un lado y la venta de la intimidad de alguien, ajena a la transacción y contraria al acto.
En la red se encuentran los vídeos más vejatorios que uno se pueda imaginar. Llaman la atención aquellos que utilizan a personas con problemas síquicos congénitos o sobrevenidos por ingesta de drogas, que son de una crueldad abominable. Pero también los hay divertidos, sanotes, humorísticos, delirantes, y no todos están robados, sino que participan voluntariamente los protagonistas. En el fondo hay un muestrario de patologías exhibicionistas que empiezan a plantearse como una pandemia social. ¿Por qué les atraerá tanto a los seres humanos aparecer en las pantallas? Es una pregunta que no tiene una única ni sencilla respuesta, que solamente se explica como la llamada del abismo. Dejarse llevar trae malas consecuencias.