Pedro Ibarra e Igor Ahedo Profesores del Departamento de Ciencia Política (UPV-EHU)
¿200.000 euros?
¿200.000 euros es mucho? ¡Por favor!, este tipo de procesos requieren presencia, conocimiento y rigor, requieren profesionalidad
En los últimos años, ha crecido el número de excluidos de la política, no solo por la antidemocrática Ley de Partidos, sino sobre todo porque crece la sensación de inutilidad del ejercicio de una democracia «de baja intensidad». En la medida en que aumenta el escepticismo y el cinismo respecto a la actividad política la relación con políticos e instituciones se vuelve más utilitaria, más de usar y tirar, con pocas esperanzas para la influencia o la interacción. Se tiende a la legitimación apática. A la aceptación del sistema en tanto en cuanto funcione bien. Ciertamente, hay resistencias. Pero no parece que sean capaces de seducir como antes. Tampoco en Euskal Herria. En este contexto surgen con fuerza una fórmula para recuperar la esencia de la Política: la participación ciudadana. Participación que no puede ser un simple complemento de la democracia representativa: debería trabajar en el cruce de las alternativas existentes, expresando la rebelión frente a una realidad que se nos presenta como única posible; construyendo alternativas; presionando y tensando a las instituciones para incidir en ellas y logar que avancen procesos de cambio en el sistema. Para ello, para lograrlo, hay que re-tejer redes donde no las hay; hay que buscar más allá de las redes existentes (en nuestro caso políticas y partidarias) para permitir otras rebeliones, otras alternativas, otras presiones y otras tensiones a las instituciones. Pensando en nuestro país y nuestro futuro, las redes existentes (instituciones, partidos, movimientos) no han logrado solucionar nuestros problemas de convivencia, de violencia y de falta de reconocimiento. Salta a la vista. ¿Está mal buscar otras rebeliones, alternativas o presiones a las instituciones? Creemos que está bien. Está bien, y no solo cuando estas experiencias surgen de abajo a arriba.
Hace un año, Lehendakaritza pone en marcha una dinámica de participación ciudadana (Konpondu) a través de una serie de foros locales en los que se da voz a los y las ciudadanas para que expresen sus frustraciones, deseos e ilusiones de forma compartida. Directamente, sin filtro de los partidos. Esta semana GARA informaba sobre la presentación del informe de un grupo de expertos a la dinámica desarrollada con el titular «Lakua presupuestó 200.000 euros para pulsar el sentir de 500 personas» (20-11-2007). El subtítulo aclara más la perspectiva al señalar que las conclusiones muestran que la ciudadanía busca el fin de la violencia, la negociación y el diálogo «como vienen expresando reiteradamente todas las encuestas». Estos -y algún otro aporte que señala la noticia- «son los resultados de los foros de participación», reflejados «en papel de notable calidad y con una muy buen cuidada impresión». Con todo el respeto hacia GARA nos parece que este tratamiento tiene algo de trampa y algo de broma. Es trampa porque no centra en cuestiones a debatir en todo proceso de participación. ¿Por qué no se cuestiona el proceso de selección? ¿Por qué no se cuestiona cuál es la responsabilidad institucional para con estos resultados, para saber si las conclusiones serán tenidas en cuenta o no? ¿Por qué se alude al número de los participantes y no a la calidad de la participación? ¿Por qué se fija el artículo en la calidad del papel y no en la calidad de lo que dice el papel? ¿Por qué no se plantea lo limitado de una experiencia participativa que podría ampliarse a cuestiones ambientales, de infraestructuras o de derechos sociales? Para nosotros, insinuar lo limitado de la iniciativa sin hacer estas preguntas es hacer trampa.
También hay bromas. En un proceso de participación lo más importante no solo es el resultado, sino -sobre todo- el proceso. Como dice la noticia, a nadie se nos escapa que el resultado era conocido de antemano. Pero la participación no es una encuesta, es lo contrario. Es también el proceso: es tejer redes, discutir, llegar a consensos, lograr implicaciones, seducir. Es conflicto, es reconocimiento, es ilusión, es sentirse ciudadano/a, ser sujeto y no ser objeto. Esto es el resultado más importante. Quizá el documento de los expertos no estaba colgado esa noche -como dice la noticia-, pero sí estaban los videos en los que la gente valora su experiencia. Claro, mencionarlos en el artículo da pistas sobre los resultados cualitativos... no mencionarlo ayuda a insinuar falta de coordinación en un proyecto que gasta una cantidad «ingente» de dinero público. Esta es la otra broma. ¿200.000 euros es mucho? ¡Por favor!, este tipo de procesos requieren presencia, conocimiento y rigor, requieren profesionalidad. Al autor del artículo le escandaliza que se gasten 200.000 euros en participación ciudadana en el proceso de paz y normalización. A nosotros nos escandaliza por lo contrario, porque es poco. Porque para re-tejer a la sociedad, para recuperar la conciencia cívica, educar en la política, enseñar a participar, profundizar en una democracia en la que la participación sea la esencia y no la apatía, hay que invertir mucho. ¿Son 35 millones de pesetas muchos cuando se gastan millones en financiar think-tanks, consejos asesores con los de siempre? Podemos pensar que es mucho dinero para movilizar a 500 personas. Ciertamente, es mucho para movilizar a los ya movilizados. Pero es poco para movilizar a los que no se movilizan, los más. Por eso son necesarios más recursos, para que en lugar de 500 sean 50.000. Y finalmente, otra broma. Nos extraña que se sugiera que para eso bastaba una encuesta. Hace dos semanas, en «El Correo», se proponía sustituir la consulta por una encuesta, que decía el articulista, además es divertido y no divide a la sociedad. Eso es lo que quiere el sistema, reducir la política a encuestas.
Queremos una sociedad que recupere su conciencia cívica y con derecho sobre su futuro. Para eso hace falta participación que nos saque del individualismo y de este túnel. Ojala miremos menos a las encuestas y más a los foros, a las consultas y a los referéndum. Por primera vez en la historia de Euskadi, un lehendakari va en esa línea. Critiquemos las insuficiencias y tibiezas. Fiscalicemos los procesos. Pero no ridiculicemos lo poco de novedoso que vivimos en estos tiempos.