Martin Garitano Periodista
El legado de Imaz
Se ha despedido Josu Jon Imaz de la militancia jeltzale frente a la tumba de Sabino Arana, paradoja de las paradojas. Quien ha pretendido encarnar la desnaturalización del nacionalismo vasco -para loa y entusiasmo de los nacionalistas españoles- lanza su último alegato frente al panteón de quien proclamó con sencilla contundencia que los vascos tenemos una sola patria y que, además, es ésta que ahora pisamos.
No se trata ahora de traer a colación el conjunto de ideas manejado por Arana en aquellos días difíciles, de inmigración masiva, de ahogo de la lengua y las costumbres propias. No se tata, pues, de enfrentar el racismo que se atribuye a Arana -que sólo será posible si lo contrastáramos con los escritos de sus coetáneos, por ejemplo, de Madrid-, sino de dejar constancia del testamento envenenado de Imaz, pronunciado en sus últimas horas como líder de un partido que, con el término «nacionalista» en el frontispicio de su logotipo, ha nadado durante décadas en las tibias aguas del oportunismo. Abogaba Imaz por el «pactismo» frente a la resistencia -pasiva o activa- a la imposición y de ese pactismo se derivan tantos despropósitos como la «modulación» de las reivindicaciones abertzales -término que sólo oculta la renuncia a los objetivos estratégicos- o aquella peculiar idea de «seducir a España». Algo tan infantil como pretender seducir al tigre que ya te está mordisqueando el peroné.
Imaz se va con su música a otra parte. Lo agradecerán los jelkides de buena voluntad y no lo echarán en falta los que le ayudaron a construir tan disparatado discurso. Porque ellos piensan y obran igual, pero han sabido nadar y guardar la ropa durante las últimas tres décadas. La cuestión, ahora, es si la renovada dirección del PNV acepta principios tan democráticos como la realidad territorial de Euskal Herria y el derecho a decidir del conjunto de sus habitantes o si, como hasta ahora, va a defender como gato panza arriba la opción del jarrón roto con tal de manejar los presupuestos de una parte de sus restos. Si nos vienen con el cuento de que hay que administrar lo que hay, que hay avanzar paso a paso, con pactos como los que firman estos días con el nacionalismo español y, de paso, engordando con obras faraónicas como el TAV, habrá que pensar que la semilla de Imaz ha germinado. ¡No olvidemos Loiola!