Me pregunto qué sería de nosotros sin los poquísimos Antonio Alvarez-Solís que nos quedan, trabajadores de la información honrados, laboriosos, cultos, curiosos crónicos, buscadores rigurosos de la verdad (la que se oculta a los ojos) y con una perspectiva de larga vida. Esta escasez de verdaderos maestros -de personas de fiar- sólo demuestra que la verdad no debe ser tan relativa como nos la pintan, ya que el poder se empeña en poner difícil el ser honrado, humilde y digno servidor de la verdad (investigada, contrastada) en el quehacer informativo.

¡Qué deprimente es este panorama de la versión oficial única, respecto a la realidad de Euskal Herria muy especialmente, tan pasada por el filtro de lo que conviene contar, que nos ofrecen en bandeja!

Cada vez son más imprescindibles -aunque escaseen tanto- esas otras voces que no ejerzan de siervo.

Por tanto, es muy de agradecer que existan algunos maestros y maestras en vientos de libertad. Ya es suficiente luz para el faro.