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Musharraf deja la jefatura del Ejército en vísperas de jurar como presidente del país

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El presidente de Pakistán, el general Pervez Musharraf, renunció ayer a la jefatura del Ejército, un paso fundamental para asumir hoy la Presidencia del país como mandatario civil y desactivar la crisis política.

Sin embargo, la oposición consideró tardía la decisión de Musharraf y todavía estudia la posibilidad de boicotear las elecciones de enero.

Durante el cambio de mando en la guarnición de Rawalpindi, en las inmediaciones de la capital, Islamabad, Pervez Musharraf cedió su puesto al frente de las Fuerzas Armadas al entregar el bastón protocolario a su sucesor, el general Ashfaq Pervez Kayani, quien según los analistas mantendrá la posición favorable a Occidente que ha tenido el Ejército con su predecesor. El presidente definió a Kiyani como un «excelente» militar.

De momento, Musharraf cumple así una de las promesas que realizó para atenuar la situación de crisis que el mismo creó el pasado 3 de noviembre al declarar el estado de excepción en el país para evitar que el Tribunal Supremo invalidara su elección del 6 de octubre como presidente. Según fuentes anónimas del Gobierno Pakistaní, Musharraf podría levantar hoy el estado de emergencia, cuando asuma oficialmente su cargo como presidente.

Analistas y medios de comunicación coincidieron en señalar que ahora más que nunca Pervez Musharraf deberá utilizar todos sus talentos de táctica en política para mantenerse como jefe de Estado civil, después de haber abandonado la jefatura del Ejército.

Obligado por la Constitución y las presiones de la oposición y de la comunidad internacional a dejar su cargo al frente del Estado Mayor del Ejército, Musharraf se encuentra ahora privado de lo que ha sido la propia esencia de su poder hasta la fecha, afirman expertos y medios.

«Salvadores» de Pakistán

«(Ustedes) son los salvadores de Pakistán», aseguró Pervez Musharraf en su discurso ante los soldados en la guarnición de Rawalpindi, donde se congregaron centenares de oficiales de alto rango, políticos y civiles, y añadió que «sin su Ejército, Pakistán no puede sobrevivir». Señaló que quienes critican a las Fuerzas Armadas no entienden que «tienen un papel clave en la seguridad de Pakistán, su progreso y solidaridad»

Desde que accedió al poder mediante un golpe de Estado en 1999, Musharraf ejerció los cargos de presidente y comandante militar de Pakistán, ya que ha insistido en que continuar al frente de la Presidencia es un elemento vital para que el país se mantenga estable mientras regresa a la «democracia».

No obstante, el presidente tendrá que superar las inquietudes de la oposición, sobre todo de Benazir Bhutto y Nawaz Sharif, los dos ex ministros que regresaron del exilio con ánimos de volver a ocupar el cargo.

Bhutto y Sharif, junto a otros líderes opositores, amenazan con boicotear las elecciones parlamentarias de enero, lo que perjudicaría los planes de Musharraf

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