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crónica | elecciones legislativas en rusia

El Consejo de Europa y la OSCE incrementan la presión sobre Putin

El Partido Comunista de la Federación rusa será la única formación opositora al todopoderoso bloque formado en torno a Vladimir Putin tras las elecciones legislativas del domingo. Poco importará a éste que la OSCE y el Consejo de Europa hayan «sentenciado» que los comicios «no han sido limpios».

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Ursula HYZY - Karim TALBI - Olga NEDBAEVA

El líder del Partido Comunista, Guennadi Zuganov, anunció ayer mismo una movilización masiva contra los resultados de las elecciones parlamentarias celebradas el domingo, que dieron la victoria al partido Rusia Unida del presidente Vladimir Putin, con un 64,1% de los votos, según los datos preliminares de la Comisión Electoral Central (CEC) tras el escrutinio del 97,8% de los sufragios.

Zuganov denunció de nuevo la existencia de numerosas irregularidades (especialmente por el uso masivo de los certificados que permitían votar fuera de la circunscripción asignada) y consideró que el apoyo real de Rusia Unida no superó el 35%. Según el escrutinio oficial, su partido habría logrado el 11,7% de los votos (confirmando su lenta pero paulatina erosión), los ultraderechistas de Zhirinovski el 9,1% y el partido pro Kremlin Rusia Justa habría superado por los pelos la barrera del 7% con un 7,8% de los sufragios. Sólo estos cuatro logran entrar en la Duma, y queda fuera la oposición liberal, ahora con un futuro muy incierto.

Zuganov espera sacar a siete millones de personas a la calle, pero las últimas convocatorias de su partido han quedado lejos de semejante cifra. El problema es que el discurso y la práctica (anti Putin) del Partido Comunista no siempre tienen igual fuerza. El Partido Comunista no logra formular un discurso propio y definido que enfrente con garantías la estructura de poder económico y político creado en torno a Putin y a su verdadero valedor, la oligarquía rusa.

Es cierto que el Partido Comunista cuenta con el aval político facilitado por los observadores de las asambleas parlamentarias del Consejo de Europa y de la OSCE, que ayer aseguraron que los comicios legislativos rusos del domingo no fueron limpios, pero habrá que ver si es capaz de concretar (o rentabilizar) tal apoyo de algún modo.

El comunicado conjunto de la OSCE y la PACE señalaba ayer que «las elecciones del domingo no fueron limpias y no respondieron a muchos de los criterios de la OSCE y la PACE». El jefe de la misión de observadores de la PACE, Luc van der Brande, dijo que «si Rusia es una democracia dirigida, estas elecciones también fueron dirigidas».

Por su parte, el presidente de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE, Goran Lennmarker, aseguró que en Rusia no existe «una separación real de poderes». «Quisiera destacar que hay una fusión del Estado con las fuerzas políticas, lo que es una violación inadmisible de las normas internacionales», añadió. Además, dijo que «los medios informativos no fueron imparciales. Consejo de Europa y OSCE han emitido su veredicto, veredicto acusatorio que, en cierto modo, deja una patata caliente en manos de UE y EEUU.

Por contra, los observadores de la pos-soviética Comunidad de Estados Independientes declararon que las elecciones del domingo fueron «legítimas».

Dudas en la prensa

La prensa occidental y parte de la rusa reflejaron también ayer sus dudas sobre la legitimidad de las elecciones. Los editoriales más suaves hablaron de victoria «dudosa», y muchos usaron directamente el término «farsa».

La mayoría de los medios han criticado tanto las limitaciones impuestas en el número de observadores internacionales como el abuso de la propaganda institucional al servicio de las formaciones oficialistas. En buena medida, además, la campaña oficial fue dirigida a transformar las legislativas en un referéndum de apoyo a Vladimir Putin. El presidente no puede presentarse en las presidenciales de marzo, pero es obvio que ha maniobrado para seguir controlando el poder más allá de 2008. De ahí que muchos analistas opinen que estos comicios han sido una primera etapa en la carrera que finalizará con las elecciones presidenciales.

Unos pocos creen todavía que la jugada tendrá consecuencias inesperadas para Putin, y que sus manejos podrían hacer salir poco a poco a la sociedad rusa de su letargo. De momento, sin embargo, todo apunta a que el adalid de la oligarquía rusa tiene bien controlados todos los resortes para mantener el actual sistema en el Kremlin. La Duma no le planteará ningún problema y la calle, de momento, calla o otorga. El tiempo dirá si las protestas masivas que prevé el líder del Partido Comunista se producen finalmente y si la oposición liberal que se ha quedado fuera de la Cámara de Diputados tiene medios y fuerza suficiente para contrarrestar el rodillo institucional.

Los datos de las repúblicas

Los datos oficiales relativos a la jornada electoral en las repúblicas que forman la Federación arrojan también resultados cuando menos curiosos, y sin duda ilustrativos de lo que haya podido suceder. Algunas agencias de información de Europa occidental hablaban ayer de «cifras soviéticas».

En Chechenia, por ejemplo, el partido de Putin habría obtenido el 99,2% de los votos en las elecciones parlamentarias (con un índice de participación del... 99,2%). El Partido Comunista habría quedado en segundo lugar con el 0,15% de los votos.

El Cáucaso Norte, en general (zona de máxima tensión y disputa con Moscú, por si alguien tenía alguna duda), presentaba cifras oficiales de escándalo (98% de los sufragios para Rusia Unida en Ingushetia, donde se han producido intensas protestas contra el Kremlin ninguneadas en la televisión oficial; 97% en Kabardino-Balkaria y 97% en Karachaievo-Cherkesia).

El futuro

Pase lo que pase con las impugnaciones «internas» o «externas» de estos comicios, la clave sigue siendo Putin. Quienes lo mantienen en el poder deben decidir ahora cómo seguirá mandando. Una teoría típicamente conspirativa sugiere que podría convertirse en primer ministro, con poderes extras, antes de regresar al Kremlin para reemplazar al presidente que salga elegido en marzo, el cual, según esta tesis, caería rápida y convenientemente enfermo.

Pero todos los caminos que llevan a Putin cuenta con la hipótesis de que Rusia reviente más pronto que tarde: bien por una crisis suscitada por el alza del precio del petróleo, bien por una crisis del propio sistema. Aunque, para ello, la percepción (extendida en algunas capas de la sociedad) de que el presidente ha dado estabilidad y crecimiento económico al país debería resquebrajarse. Incluso los analistas más críticos admiten que el aumento del nivel de vida (de algunos) y, sobre todo, su control de la televisión han hecho de Putin un líder «genuinamente popular». Romper esa ecuación será difícil, como se ha demostrado en estos comicios, que han reflejado tal fusión entre el Estado y un partido que ha llevado al Consejo de Europa y a la OSCE a calificarlo de «abuso de poder y violación evidente de los criterios internacionales». Criterios que, dicho sea de paso, tampoco significan gran cosa.

Las opciones de Putin

Nadie sabe a ciencia cierta qué hará Putin para seguir en el poder. Sus opciones van desde primer ministro a jefe de la mayoría o «líder nacional» (con funciones a precisar). Todo ello siempre que, finalmente, ceda el puesto de presidente en marzo, claro.

Guardando las formas

Al mejor estilo diplomático, EEUU instó a Rusia a «investigar» las acusaciones de irregularidades que habrían marcado las legislativas, a lo que Moscú respondió diciendo que «analizaría minuciosamente todas las denuncias».

La UE, «inquieta»

La mayoría de los estados miembros de la UE se han limitado a mostrar su «inquietud» ante las denuncias de fraude. Todos excepto Finlandia quien, siguiendo una tradición de no injerencia tácita, se limitó a «tomar nota» del resultado.

«No hay oposición»

«No hay oposición. Tenemos disidentes en Moscú y rebeldes en el Cáucaso», ironizaba ayer Ioulia Latynina, comentarista de la radio Eco de Moscú, uno de los pocos espacios de crítica y oposición abiertos en los medios de comunicación.

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