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crisis social en los barrios populares franceses

¿Como detener los disturbios?

Tras los últimos disturbios en las «banlieues» el presidente francés Nicolas Sarkozy ha puesto el acento en las responsabilidades individuales en lugar de constatar la existencia de un problema de sociedad. Ese diagnóstico no permite precisamente apagar el fuego latente en las periferias.

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Dante SANJURJO

Los incidentes que han incendiado días atrás los barrios populares de Villiers-le-Bel (Val-d'Oise), en el norte de París, figuran entre los más violentos que se han vivido en este país. Si la causa que ha desatado los disturbios es «habitual», la muerte de dos jóvenes en el contexto de tensión y crisis permanente con la Policía, la naturaleza de esa confrontación ha evolucionado.

Recordémoslo, todo comenzó con la muerte de dos jóvenes motoristas, Moushin, de 15 años de edad, y Larami, de 16, tras el choque con un coche de la Policía. En respuesta al incidente, Villiers-le-Bel y un puñado de comunas de Val-d'Oise veían cómo jóvenes incendiaban vehículos, comercios e instalaciones públicas. Tras dos noches de disturbios, el anuncio de que se abriría la investigación judicial reclamada por las familias de las víctimas, la visita de la ministra de Interior y del jefe de gobierno al lugar, y el envío de refuerzos para llegar a un total de un millar de policías desplegados en la zona, hacían que retornara la calma.

Sin embargo, tras el nuevo estallido en las banlieues se imponen dos constataciones. La primera es que con la aparición de armas en manos de algunos manifestantes se produce una evolución en el problema, lo que no implica afirmar que las periferias sean un rebosante arsenal. Parece prematuro temer por un movimiento de la amplitud del vivido en 2005, que afectó a la práctica totalidad de los llamados «barrios sensibles». En todo caso, la segunda constatación es que la situación sigue siendo explosiva.

«No estoy sorprendida por el nuevo brote de violencia, se percibe desde hace tiempo que esto va a explotar», explica a AFP Marie-Michelle Pisani, directora de la misión local Val d'Oise-Est, cuyo objetivo es la inserción social de los jóvenes entre 15 y 26 años en situación de desescolarización. «Hay tal desesperanza, tal sentimiento de que no hay futuro. En 2005 anunciaron un plan Marshall para las banlieues, pero nada ha cambiado. Es más, numerosas asociaciones que mantenían el nexo social en estos barrios han visto disminuir su financiación», añade.

«Esta violencia no tiene nada que ver con una crisis social sino con el poder de unos gamberros», declaraba, por contra, el presidente Sarkozy ante las cámaras de la televisión, antes de reciclar una fórmula que ya sacó a la palestra en 2005, entonces para hablar de «terrorismo». «Cuando se quiere explicar lo inexplicable es que se está dispuesto a perdonar lo imperdonable». El presidente francés retomaba al tiempo un argumento especialmente querido por la clientela de la ultraderecha al mencionar como causa de la violencia «una inmigración que no ha sido bien dominada».

Sarkozy promete un mayor esfuerzo en la formación profesional de los jóvenes, y anuncia un plan para las banlieues que será presentado en enero. ¿Con qué medios? La única respuesta a esa pregunta la dió Sarkozy la víspera de esa entrevista televisiva al afirmar que «responder a los incidentes no pasa por invertir más dinero a costa del contribuyente. La respuesta a los altercados pasa por detener a los que los protagonizan». El presidente francés hacía esa declaración en un acto ante 2.000 policías y gendarmes.

Con esa afirmación, Sarkozy daba también un toque de atención añadido, esta vez al Consejo Regional de Île-de-France, gobernado por una coalición de socialistas y verdes.

«Estos últimos años, hemos recibido numerosas llamadas de socorro de asociaciones que no recibían ya sus subvenciones del gobierno» se lamenta una responsable de la institución, para añadir que «el Estado no respeta sus compromisos con las asociaciones, pero tampoco en materia de vivienda, transporte, e incluso de seguridad. La Región cofinancia la construcción de comisarías e instalaciones policiales pero su apertura se retrasa porque el Ministerio de Interior no asigna los efectivos que se precisan».

Al explicar la violencia como obra de un puñado de granujas, el presidente Sarkozy pretende desmentir que exista un problema que emana de la sociedad francesa, pretende hacer creer que se trata más bien una suma de problemas individuales. Si prestamos atención a las personas que trabajan sobre el terreno este análisis no llevará, si ésa es la pretensión de Sarkozy, a pacificar de forma duradera las banlieues francesas.

75 arrestos

fueron practicados por la Policía durante las jornadas de disturbios en Villier-Le-Bel.

131

policías resultaron heridos en las protestas callejeras, de los que 82 debieron de ser hospitalizados.

230

vehículos fueron quemados durante los disturbios más graves desde 2005. 20 vehículos oficiales sufrieron diversos desperfectos.

41

edificios resultaron dañados durante la ola de protestas por la muerte de dos jóvenes en un choque con un vehículo policial.

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