El langostino es uno de los reyes de nuestra mesa. Especialmente, en épocas como la Navidad. Su consumo es cada vez más asequible y el Estado español es el tercer importador del mundo, tras Estados Unidos y Japón. Pero no es gratis para el planeta.

La pesca o el cultivo del langostino tienen graves impactos ecológicos, sociales y económicos. La pesca de arrastre, especialmente en aguas tropicales, provoca la muerte de otras especies, que se tiran por la borda en un relación de 10 Kg. de pescado o más por cada Kg. de langostino.

En cuanto a su cultivo, afecta gravemente a los manglares, un bosque tropical costero de enorme productividad biológica y refugio de especies amenazadas, que supone el 1% del bosque mundial. El arrancamiento de los mangles para instalar piscinas de cultivo (además de breve duración: unos 5 años), la contaminación por pesticidas, antibióticos, fungicidas... provocan la destrucción del manglar, que en países como Ecuador alcanza ya el 50%.

También provocan el agotamiento de la pesca de bajura o el marisqueo, fundamentales para poblaciones cuya principal o única fuente de proteínas es el pescado. Otras consecuencias son la eliminación de una barrera natural frente a temporales, huracanes o tsunamis. O los asesinatos de pescadores y opositores, ocurridos hasta en 11 países de América y Asia.

Por eso, desde Ekologistak Martxan llamamos a un boicot al langostino, una de las muchas lacras silenciadas de la globalización, un lujo en los países del Primer Mundo que significa destrucción y pobreza en los países del sur.