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Victoria Mendoza Psicoterapeuta

Mis mejores deseos para Euskal Herria

He entendido que el problema real no era la figura del torturador, sino el hecho de existir un sistema político que utilizaba la tortura como estrategia en contra de un pueblo que se le rebelaba

Hoy quiero hablar de emociones y sentimientos propios y colectivos que nos producen unas acusaciones surrealistas y una sentencia más que injusta en el macrojuicio 18/98. Sentimientos de los que compartimos la rabia, indignación y tristeza al saber que personas que sólo merecen nuestro respeto y admiración están ahora sentenciados a penas de diez y hasta veinticuatro años, señalados como peligrosos terroristas, cuando sus mayores crímenes han sido sus ideas, su lucha social, su lealtad hacia su pueblo y su cultura, su solidaridad, sus deseos de libertad, independencia y justicia.

Todo un espectáculo, toda una estrategia política encarcelar a líderes políticos de la izquierda abertzale, decirle al mundo que ellos y todos los jóvenes presos y torturados son terroristas, meter en el mismo saco a todos los que estorben para sus macabros fines políticos.

Prepotentemente me considero con derecho de dar mi opinión, y explico por qué. Mi familia y yo fuimos víctimas de tortura, mi hermana además de violación y mi hermano además de torturado fue preso político.

Yo he podido quedarme en la negación y en la rabia; sin embargo, he trabajado todo mi proceso psicológico donde entendí la parte social y política que nos ha tocado a cada uno, incluidos la familia, los torturadores y los políticos.

No tengo ya motivos para desear la muerte de mis torturadores o de quien violó a mi hermana, porque he podido pasar de la rabia al entendimiento y más tarde a la comprensión. Ahora lo único que me importa es intentar luchar hasta la muerte para que no exista más la tortura en ningún rincón del planeta, para que no haya un sistema político que permita la tortura, y son este entendimiento y esta comprensión las que me autorizan a ver más allá de la rabia social y colectiva de una y otra parte.

Muchos creen que ETA es el problema, porque lo ven desde la rabia, el odio y el resentimiento. Yo he podido avanzar un poco más y he conseguido entender que el problema real no era la figura del torturador, sino el hecho de existir un sistema político corrupto que utilizaba la tortura como una de sus muchas estrategias en contra de un pueblo que se le rebelaba. Aquí en el País Vasco se vive todavía en la rabia, en el odio y el resentimiento, y eso no nos permite avanzar, nos impide ver que el problema principal no es ETA, sino los políticos que niegan el derecho a los vascos a ser un pueblo o a decidir qué desean ser, ya que si se les respetara en una verdadera democracia, no habría razón para que ETA siguiera existiendo.

Yo he trabajado emociones con las dos dos partes dolidas, y llevará muchos años trabajar el dolor y el sufrimiento de cada parte. Es posible sanar heridas siempre y cuando los políticos dejen de jugar sucio, de manipular la información, de provocar y de pensar sólo en sus intereses. La gente está cansada y agotada, pero también está muy confundida.

He visto cómo algunas personas se han alegrado y burlado de las detenciones y las sentencias, porque están viendo las cosas desde su odio y resentimiento. En cambio, nunca he visto a alguien de la izquierda abertzale reírse de un atentado. Esto no quiere decir que no haya mucho resentimiento, pero creo que lo tienen mejor ubicado. Su rabia y resentimiento son hacia los políticos, no hacia el pueblo vasco ni hacia los españoles.

Esto es lo que debemos entender en cuanto al conflicto político desde el punto de vista psicosocial. Es mi pobre aportación, un análisis psicosocial de los hechos. El proceso psicológico consiste en negar el hecho, desconectar de él, no querer ni creerse parte del conflicto, dejar todo en manos de los políticos, dejarse manipular por la información y sobre todo no implicarse en el conflicto. Otra parte es la afectada directamente, víctimas de ETA y sus familias y víctimas del conflicto en la misma medida, como pueden ser los detenidos, torturados, presos, asesinados, sus familiares. Estos últimos los más señalados, mal vistos, acusados, los malos de la película, violentos, cuando también ellos son víctimas del mismo conflicto político no resuelto y muy mal gestionado por los políticos.

Todos formamos parte del guión, todos somos víctimas del mismo conflicto y es importante y urgente que avancemos de donde estamos estancados desde hace ya tanto tiempo.

No se trata de buscar reconciliaciones ni perdones, se trata de entender qué papel hemos cumplido cada uno y cuál queremos cumplir a partir de ahora, entender lo que ha pasado, valorar lo que se ha hecho y se sigue haciendo mal y ceder desde todas las partes, dialogar, llegar a acuerdos, recuperar la dignidad, hacer y dar justicia a todas las partes, aprender a respetar a todo un pueblo, ser críticos y autocríticos, honestos y, sobre todo, justos en toda la extensión de la palabra.

Hago un llamado a todos los políticos. Tienen la gran oportunidad de demostrar al pueblo si realmente les interesa, si saben ser justos e inteligentes.

Un llamado a todo el pueblo a implicarse en detener esta guerra absurda, esta lucha incierta, a unirse no para atacar e insultar, sino para resolver un conflicto.

A las víctimas para que no se permita que se instrumentalice su dolor, para que intenten ver que hay muchas partes dolidas y que todo dolor y sufrimiento merece el respeto, entender que todos somos víctimas de problemas no resueltos.

Al pueblo vasco para que resista, para que los ánimos no se vengan abajo, para que siga unidos y organizado como bien sabe hacerlo.

A los que somos de otro país o de otra comunidad y hemos aprendido a querer y a respetar al País Vasco, a los que reconocemos a Euskal Herria como pueblo, para que sigamos apoyando y acompañando al pueblo vasco en todo su proceso político, psicológico y social.

Es un llamado y un deseo, es todavía una esperanza. Es además el momento de empezar a sanar nuestras heridas.

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