Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social
Había una vez un circo...
Canción infantil española que hizo furor en su momento y fácilmente aplicable a los momentos actuales, en los que decenas de personas, asociaciones, prensa y demás han sido juzgadas en un juicio que, estoy convencido, pasará a la historia de lo absurdo y al libro de los récords.
Lamentable proceder de los cientos o miles de personas que han visto satisfechos sus odios a todo lo que suene a vasco, con sentencias ejemplarizantes. Al final resulta que todo aquello que se mueve es perseguible o condenable y, por tanto, motivo de juicio y prisión.
Con argumentos tan poco sólidos se pretende dar salida al «problema vasco» que, repito, está en las mentes de los que, por ejemplo, han manifestado su «convicción», su «satisfacción», su «alegría», «certeza»... de que todo marcha bien. Seguramente lo mismo dijeron y así actuaron quienes desde hace cientos de años han intentado domesticar o enchironar las ansias de libertad de este pueblo; es decir, que sólo alargaron el sufrimiento y socializaron la sensación de que en España o en Francia no tenemos lugar y que la única vía posible es la independencia. Así lo creemos cientos de miles de ciudadanos de este extraño país, hoy seccionado en porciones, pero que muchos sentimos y vivimos como una realidad hoy enjuiciada.
Lo lamentable es que se condena el derecho a organizarse, a reunirse, la desobediencia civil, la libertad de expresión...; los medios de comunicación han eliminado la presunción de inocencia. En definitiva, se ha conculcado una serie de derechos y libertades y apretado más nuestros grilletes y los de los condenados, pero nos han alejado más de esa falsa realidad de nación democrática que es España.
Y es que, por más que insistan, los independentistas de izquierdas, por ejemplo, seamos o no de ciertos partidos, pensamos que ya no nos dejan más alternativa que continuar el camino emprendido por otros en otros lugares de este planeta hasta ahora dividido y controlado por los estados artificiales capitalistas.
Está claro que los aborígenes tenemos que crear nuestros espacios seguros y defender nuestras culturas, idiomas, creatividades o las diferentes formas de organizarnos, que hoy por hoy, se nos niegan. A esta revolución ya es imposible ponerle freno, paredes o enjuiciarla, porque son justamente los poderes económicos, las personas mas retrógradas y de derechas quienes han puesto cota a nuestra libertad, y eso no cuela. Han inventado leyes como redes que más que hacernos libres y protegernos nos encierran y condenan. Estoy diciendo que lo sucedido en Madrid va más allá de un simple proceso mas contra sectores de este pueblo que se mueven.
Pretenden controlar cualquier atisbo de autoorganización, sea donde sea, están castrando el movimiento social y su capacidad de regeneración ante los retos diarios, por eso hoy puedo decir que me siento menos libre y con más terror, porque cuando se enjuicia con criterios tan vulnerables y tan débiles y se sentencia con la perdida de libertad a estos encausados, se enjuician igualmente nuestros derechos ciudadanos, la libertad de pensamiento y de organización.
Lo demás es puro paripé para contentar a las mentes más calenturientas, retrógradas y vascofóbicas del Estado. Por eso recomiendo volver a la canción origen de este escrito y añado la petición de una carpa gigante de color donde puedan caber los satisfechos por semejante sentencia.