Irak, en el quinto año de la invasión
Las calles de Bagdad han vuelto a a ser escenario de un atentado de grandes dimensiones cuando 2008, el que será el quinto año desde la invasión del país árabe, da sus primeros pasos. Se trata del atentado que ha causado mayor número de víctimas en los últimos cinco meses, lo que viene a contradecir de modo cruel algunas lecturas optimistas, difundidas por el Gobierno de Irak, en relación a la progresiva normalización en la capital.
Uno de esos informes oficiales destacaba que en diciembre se produjo un menor número de atentados en una información que se hacía coincidir con nuevos anuncios de retiradas de tropas aliadas y que daba nuevos bríos al debate sobre el final de la presencia de tropas extranjeras, es decir norteamericanas, en Irak.
Sin embargo, y por encima de las estadísticas puntuales, el balance global de la guerra y ocupación del país árabe sólo puede ser calificado de catastrófico. Aunque a buen seguro el arranque de la larga carrera a las presidencia de EEUU -mañana mismo se celebra el caucus de Iowa- hará que la crisis en el país árabe se mida por el termómetro de los intereses políticos de Washington, lo cierto es que ello no puede ocultar que la campaña militar para derrocar a Sadam Husein se ha traducido en el sacrificio del pueblo iraquí en el altar de la «lucha contra el terrorismo internacional».
A la maquinaria de los partidos de la «primera democracia mundial» le preocupará en exclusiva el número de bajas entre los soldados de EEUU o, a lo sumo, el decepcionante balance de la operación para apropiarse del crudo del país que fuera quinto productor petrolero del planeta. Sin embargo, esas son lecturas parciales y hasta egoístas, ya que desde marzo de 2003 en Irak se asiste a la destrucción de un país y a la matanza premeditada de sus gentes. 2008 se presenta para Irak -y por extensión para otros países vecinos como la poderosa Irán- con el añadido de la crisis en el Kurdistán Sur, en la frontera turco-iraquí, donde sale a la luz otra cuestión no resuelta por la comunidad internacional: el reconocimiento de los derechos civiles y políticos a la nación sin estado más grande del planeta.