a la deriva en el oceáno ártico
¡Flota pero no navega... todavía!
Poco a poco, la goleta polar Tara vuelve a encontrarse con el agua salada, su elemento natural, aunque aún permanece prisionera, con sus diez «glacionautas» a bordo, en la banquisa ártica, sobre la que se encuentra a la deriva desde 16 meses. ¡La nave flota pero no navega... todavía!
Patrick FILLEUX
Periodista (AFP)
La Nochebuena ha sido «cálida» en la placa de hielo en la que Tora quedó engullida mientras en el exterior se desencadenaba la ventisca. Los tornados de nieve barrían el puente a más de 40 nudos (80 kilómetros por hora) en la diáfana claridad de la luna llena. «Se acumuló un metro de nieve en polvo en apenas unas horas. Hemos batido un récord de velocidad, yendo a la deriva a cerca de 3 kilómetros por hora», nos relata Grant Redvers, el jefe de expedición neozelandés, quien pasa su segunda Navidad sobre la banquisa del Ártico.
Desde hace unos días, Tara ya no está colocada totalmente sobre la capa de hielo, cuya superficie se encuentra a la altura de la línea de flotación de la embarcación. El casco está sobre el agua. No obstante, el barco, que desciende el estrecho de Fram siguiendo la ruta suroeste, continúa estando demasiado cerca de las costas de Groenlandia como para escapar del océano Ártico congelado. «Las aguas libres están sólo a unos 40 kilómetros, pero nos deslizamos inexorablemente hacia Islandia con la banquisa derrumbándose. Somos incapaces de decir en cuántos días o semanas finalizará nuestra deriva, que ya dura 480 días (2.500 kilómetros recorridos en línea recta sobre el mapa cartográfico)», como precisa el jefe de la expedición.
La goleta se encuentra a unos 220 kilómetros de las costas groenlandesas. «Desde ella se informa, por seguridad, a los guardacostas daneses, a los que transmite dos veces al día su posición», explica en París el patrón de la expedición, Etienne Bourgois.
«En el cuartel general de la calle Dieu (en el distrito X de la capital francesa), estámos en alerta continua. Al acelerarse, el derrumbamiento del hielo se vuelve cada vez más peligroso en la confrontación de las aguas del Ártico y del Atlántico Norte», explica. Como prueba de ello, hace apenas unos días, una tienda con material de supervivencia, que había sido establecida sobre una porción de banquisa, desapareció en la noche polar. Si ahora se produjera un problema grave que obligara a abandonar el buque, las tres mujeres y los siete hombres deberían apilarse en una zodiac para esperar, en ese gélido ambiente, que se llevara a cabo la consiguiente operación de salvamento desde un helicóptero.
La fusión, hacia el año 2015
«Nave espacial» del programa científico europeo Damocles, que estudia los cambios climáticos en las altas latitudes en el marco del Año Polar Internacional (API), Tara ha hecho posible que se lleven a cabo numerosas observaciones de primera mano tanto en las profundidades del Ártico y sobre la banquisa como en la atmósfera polar, en ésta última hasta los 3.000 metros de altitud.
Esta misión sin precedentes ha permitido avanzar la probabilidad de una fusión total de la banquisa en verano hacia el año 2015, cuando los anteriores modelos científicos apuntaban a la década de 2050.
No obstante, desde hace un mes el trabajo científico de los «glacionautas» ha cesado casi totalmente, ya que cualquier paseo fuera del borde más cercano es muy arriesgado por la rotura del hielo. En el confinamiento de esos pocos metros cuadrados habitables, la tripulación se emplea en los últimos preparativos para que la «balsa de hielo» vuelva a estar en las mejores condiciones de seguridad y la orgullosa goleta polar recorra las aguas congeladas del planeta. «Pero por ahora, el ambiente es de fiesta -comenta Vincent Hilaire, el periodista de a bordo-. Varios cumpleaños coinciden con las fiestas de fin de año. El grupo es una piña, cantan, bailan, envían mensajes a la Tierra...».
Según se explica en la página de la expedición, www.taraexpeditions.org, el casco redondeado y plano de Tara le permite resistir a las presiones extremas ejercidas por la banquisa y dejarse llevar
por ella. «Durante los episodios de compresión, se podía sentir la fuerza del hielo. Comprimía y hacía vibrar la estructura del barco a cada movimiento», explica Grant Redvers, el jefe de expedición. «Se ha examinado regularmente la parte del tablazón del barco y las soldaduras, tanto interior como exteriormente, y nada indica que el casco se haya agrietado o que existan aberturas», añade.
Este velero científico polar, que partió del puerto bretón de Lorient rumbo a las aguas heladas del norte del planeta, comenzó su deriva ártica en setiembre de 2006. Su velocidad media durante estos dieciséis meses de singladura es de 9,3 kilómetros por día. En su largo viaje, el 28 de mayo de este año pasó a 160 kilómetros del Polo Norte geográfico, alcanzando los 88º32' de latitud. Por lo tanto, Tara es el navío que ha alcanzado una posición más al norte estando prisionero de los hielos.
Quince científicos de siete nacionalidades diferentes relevaron en abril de 2007 al equipo de ocho personas que hibernó a bordo desde setiembre de 2006. Y ésos pasaron el relevo a otros diez tripulantes.
Esta expedición se encuadra en el programa científico Damocles que impulsa la Unión Europea, en el que participan medio centenar de laboratorios, los cuales están estableciendo de forma coordinada un dispositivo de observación permanente de la capa de hielo, así como del océano subglacial (temperatura, salinidad, corrientes...), de la atmósfera y de los flujos de energía entre el aire, el hielo y el agua.