Ya ha comenzado el nuevo año. Lleno de incertidumbres, posibilidades y tristezas. Tristezas por los que no pudimos besar en la despedida del año que se fue, incertidumbres porque los discursos políticos están contaminados por la proximidad de las elecciones españolas y posibilidades porque la fuerza de cada cual radica en su determinación para avanzar, sea cual fuere la fuerza de la marea en contra.

No me detendré en las tristezas -indudablemente cada cual lleva las suyas- pero sí mencionaré alguna de las incertidumbres y las posibilidades.

Incertidumbre, sin duda, para los vascos, el cuento de la buena pipa que nos cuenta Ibarretxe. Dice que habrá consulta a los vascos el 25 de octubre. No dice qué preguntará ni a quienes. Aunque haya que sospechar que sólo a los moradores de tres de los siete territorios vascos. Incertidumbre porque, a pesar de la buena voluntad que se le quiera atribuir al lehendakari de la CAV, es del todo objetivo que los planes de su partido son bien otros. Y que pasan, además, por repetir fórmula de acuerdo con el españoleo.

La incertidumbre se torna, además, desconfianza al comprobar con qué pasmosa frialdad -pudiera emplearse el término «cinismo»- van a asistir los jelkides y sus compañeros de alforja a la ilegalización de los independentistas. De los que sí tienen la independencia como objetivo y no como reliquia en el encabezamiento de una vieja proclama.

Y en este contexto hay también posibilidades. Porque la inteligencia unida al buen hacer pueden desbaratar -o al menos desnudar- la trampa. Porque la trampa, no lo duden, se está gestando. Es responsabilidad de todos y cada uno husmear hasta descubrir cómo nos quienes engatusar. Y luego, una vez descubierto el chusco truco, actuar en consecuencia. Ibarretxe también tiene una oportunidad. Legítimo es desconfiar en que sepa utilizarla. Mientras tanto, urte berri on. Y un beso a todos aquellos a quienes no pudimos besar en la Nochevieja.