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Martin Garitano Periodista

Si uno fuera valiente

Si uno, periodista a la postre, fuera valiente, no tendría espacio suficiente en estas páginas para proclamar las verdades del barquero, aquellas que ahora mismo pueden acarrear un serio disgusto al irresponsable que se atreva a suscribirlas.

Será por ese miedo a lo conocido por lo que no seré yo quien afirme que a Igor Portu y Mattin Sarasola los han torturado como suelen en ese trozo de Euskal Herria arrebatado a Donostia. Allí donde ya murieron otros en el potro del tormento y desde donde se han lanzado las más duras y violentas operaciones militares de castigo contra la población civil. Eso lo diría un loco -que, como los niños y los borrachos, cuentan la verdad con naturalidad apabullante- y no un tipo temeroso y prudente como el que firma esta columna. Si además de valiente fuera coherente, tendría que escribir en negrita los nombres de los políticos y partidos que ahora muestran signos de preocupación por lo ocurrido y hace tan sólo unas semanas firmaban en Madrid un vergonzante capítulo de apoyo incondicional, entre otros, a los que han torturado a los últimos detenidos Pero eso acarrearía disgustos serios. Aun a sabiendas de que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. La prudencia me anima pues, a ceder el testigo de esa denuncia a alguien más alocado. Y si fuera un kamikaze frente a los que detentan poderes tan imponentes, tendría que decir que en la rueda de la tortura participan los energúmenos que son capaces de aplastarle el pecho a Portu, ahogar a Zabalza o arrancar las uñas a Lasa y Zabala. Pero que también son muelas de esa rueda dentada los jueces que ven pasar por sus despachos a personas que parecen despojos y se limitan a dictar a la secretaria autos de prisión sin que les tiemble la voz. Y los forenses que pisotean el juramento hipocrático. Y los que, como Bono, animan a que mejor si las bajas son ajenas. Como ya hiciera Martín Villa: «dos a uno a nuestro favor». ¿Recuerdan? Y si escapara del corporativismo, llamaría pringados a los periodistas que corean las consignas de los que protagonizan, dirigen, permiten y jalean la tortura.

Pero como uno no tiene vocación de valiente, ni es tan coherente, ni menos aún kamikaze, pues se calla y no suscribe nada de lo anterior. Para acabar con una consigna: ¡Aúpa el Athletic! (que yo ya me entiendo).

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