El rímel marca su mirada de profundo negro. Sus ojos son tan oscuros como el pincel que los perfila. Se llama Amy Winehouse, cuida su imagen extremadamente, detalle que no perturba el hecho de hallarnos ante una de las voces más interesantes de última generación. Amy se mueve entre el jazz, el ritmo y blues, el soul y el reggae, estilo este último con el que coquetea en la edición especial de «Back to black», que ofrece un empaquetamiento en caja, cuadernillo a color con numerosas fotos, y un segundo cedé con algunas rarezas, entre ellas varios cortes en tono ska/reggae. A los veteranos, «Monkey man» les conducirá frontalmente a los primeros días de Potato. Este cedé extra también incluye una desolada versión -para caer de rodillas- de «To know him is to love him», equivocada de posición en la contraportada del álbum. Amy es ya disco de oro en el Estado y oro y platino en otros mercados. No extraña, pues esta londinense de familia judía, es una de las voces más espectaculares de las últimas décadas. Winehouse domina los tramos jazzys, pero donde despelleja a la audiencia es en cortes más sesenteros, donde el soul enciende la luz de la mesita de noche. Ahí, esta mujer de 24 años, explota el sentimiento, como sucede en el ejercicio de «You know I'm no good». Repleta de reconocimientos, premios y valores reales, con tan sólo dos discos, Amy Jade Winehouse puede convertirse en una voz por la que merezca esperar con ansiedad una nueva entrega.