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Martin Garitano Periodista

Quisieran ilegalizar los sentimientos

A la alcaldesa de Hernani, electa de forma mayoritaria por sus convecinos -no conviene olvidarlo- el juez Pedraz le quiere dar una cornada por haberse dirigido a sus seguidores y haber mostrado su cariño por los torturados, las presas y los presos. Y a la vicepresidenta del Gobierno español le parece que tamaño delito coloca a ANV más cerca de la ilegalización anunciada y proclamada a los cuatro vientos.

El delito de Marian Beitialarrangoitia se sustancia, además en una sola frase: «Maite zaituztegu». Si los traductores de la Audiencia Nacional se han esmerado, juez y fiscal sabrán a estas alturas que sólo dijo que les quería. Es probable también que los traductores no tuvieran su mejor día y en el informe consignaran traducciones como «¡Viva la pederastia!» o «¡Viva el narcotráfico!». Pero pensemos que, siquiera por una vez, han acertado y a estas horas Pedraz y el fiscal saben que lo que dijo Beitialarrangoitia es que buena parte del pueblo vasco quiere, ama, a lo torturados, a los presos, a las presas, a quienes se ven privados de libertad por razón de su entrega en este conflicto. Si eso fuera así, nos encontraríamos ante la más kafkiana de las situaciones, sólo comprensible en el régimen que diseñó Franco y ha remozado, a base de parches chapuceros y pactos inconfesables, una patulea de aprendices de brujo. Y es que en democracia los sentimientos no se pueden (no se deben) ilegalizar. Yo querré a quien me de la gana, y odiaré con la misma íntima libertad. Temo, sin embargo, confesar mis amores en público, no vaya a ser que a Fernández Bermejo no le parezcan apropiados y me ate a la cuerda de presos con la alcaldesa de Hernani.

Pero sepan que, digan lo que digan y hagan lo que hagan, no van a poder ahogar ni ilegalizar los sentimientos. Si les queremos, les queremos. Y punto pelota. Y les aseguro que es más digno querer a quien ha sido objeto del suplicio que fundirse en abrazos y besos con la cuadrilla de salvajes que acampan a las afueras de Donostia, que son capaces de hacer del tormento un entretenimiento. Allá cada cual, pero yo elijo mis amores, aunque no les gusten a Fernández de la Vega, Bermejo o Pedraz.

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