Marina Núñez (Palencia, 1966) explora, de un tiempo a esta parte, las posibilidades del vídeo. La imagen en movimiento ha despertado su interés, lo que no significa que haya abandonado la pintura. En la galería Marzana ha reunido obra sobre lienzo y dos trabajos animados, que apuntan nuevos caminos para la artista.

Reflexiona sobre «la identidad post-humana», sobre el individuo actual. Explica la artista que un 10% de la población «son cyborgs: desde la gente que lleva prótesis sencillas hasta la que presenta manipulaciones genéticas, tiene chips implantados, titanio, plástico o manipulaciones diversas». Marina Núñez trata de representar en su obra «lo que se puede derivar de esa nueva relación que tenemos con nuestro cuerpo».

Éste «es hoy más propenso al cambio» que antaño. Esa capacidad para la metamorfosis es la que recoge en uno de los dos vídeos que exhibe en la sala Marzana. En la pantalla se puede ver el rostro de una mujer realizando gestos cotidianos, que acaban deformando su cara.

Esta consideración sobre el cuerpo flexible implica asimismo una reflexión sobre el género.

La otra cinta se titula ``Multiplicidad''. En este caso son dos ojos cuyos iris se reproducen como si se tratase de células. La idea es similar: «Antes se consideraba el ser humano como único y ahora aceptamos que estamos formados por muchos `yo'es y que somos capaces de desempeñar muchos roles».

Sus trabajos buscan «desbaratar la idea de canon». Para ello presenta retratos «que no son la norma en la sociedad. Estos seres son anticanónicos claramente, presentan anomalías. No trato de domesticar esas anomalías para que sean canónicas sino de defenderlas a fin de que el canon, como idea misma, desaparezca, que no haya un centro sino muchas periferias».

Es obvio que se siente especialmente atraída por las posibilidades que ofrecen los efectos especiales. Marina Núñez reco- noce «un gusto personal por lo siniestro, por las películas de miedo, por el mundo más tenebroso», una estética que inevitablemente queda reflejada en su producción artística.

Conectan con esa idea las cabezas, con referencias a los planetas, que ha colgado también en la galería bilbaina. «Como representación están ligadas con la idea clásica del cyborg. Está la idea de la unión de lo humano, con lo orgánico y lo mecánico».

En el cráneo ha colocado una luz, un elemento clásico de la ciencia ficción. «Está relacionado con la vida. Tenemos a Frankestein; es cuando le llega la luz cuando nace el monstruo. Me interesa la idea de la máquina, que está claramente representada como una idea orbital, y la idea de lo orgánico».

Aunque nunca ha abandonado la pintura, de la que procede como artista, admite que las posibilidades que ofrecen los efectos especiales son enormes, «y más divertidas. Existe también una cuestión de tiempo. La pintura, de haberla practicado tanto, es algo que conozco bien y me incita menos que las prácticas nuevas, que suponen para mí un reto».

En cualquier caso, Marina Núñez opina que «cada técnica cuenta cosas diferentes. La misma imagen echa en pintura o en infografía no se percibe igual por el espectador. Lo que no tengo tan claro -dice- es si la elección de uno u otro medio para realizar una imagen u otra es tan racional o responde a algo más intuitivo».

La artista siente que forma parte de una generación, la de los 90, «momento en el que empezó la diversificación de técnicas y algo que yo considero más importante: una reflexión sobre la identidad en general».