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Aquellos sonoros «maite zaituztegu» a los secuestradores de Marey y de Lasa y Zabala

Felipe González abrazó a los dos secuestradores, mientras los concentrados gritaban consignas como «libertad» y «Cascos, Aznar lo vais a pagar». También jalearon a Rodríguez Galindo, procesado por el secuestro, tortura y muerte de Lasa y Zabala.

Iñaki IRIONDO

Dentro de una semana, la alcaldesa de Hernani, Marian Beitialarrangoitia, deberá comparecer ante la Audiencia Nacional por haber pedido un aplauso para Igor Portu y Mattin Sarasola -recientemente detenidos y, según sus declaraciones, torturados- y para los presos políticos vascos dispersados en los estados español y francés. A todos ellos les expresó el cariño de los congregados en el polideportivo Anaitasuna de Iruñea con un «maite zaituztegu». La Fiscalía española ha interpuesto una denuncia contra ella y la Policía investiga ya la actuación e identidad de los asistentes al acto.

El hecho está siendo además empleado como un elemento más para promover la suspensión de actividades e ilegalización de ANV, partido histórico que no sólo ha expresado a lo largo de toda su trayectoria su indisimulado afecto a los presos políticos, sino que desde su fundación ha padecido en carne propia las dentelladas de la represión por mantener una ideario independentista y de izquierda.

Por odiosas que resulten las comparaciones, analizando la historia reciente es imposible no tener la sensación de que existe una especie de Ley del Embudo que persigue determinadas actuaciones no en función de los hechos mismos, sino de quién los lleve a cabo. Viendo lo acontecido en los últimos días, resulta difícil no echar la vista atrás para dejarla caer sobre el 10 de setiembre de 1998.

Guadalajara 6 de la tarde. Raúl del Pozo describía así la situación: «La tarde en la empinada ciudad de Romanones me trajo a la memoria de los genes los días del paseo, los años en los que españoles cortaban gaznates. Eran tardes de bochorno y de moscas como ésta, cuando se daban equivocados matariles.(...)En un principio, la tarde tenía tono de romería. Vi algunas banderas rojas y banderas de Extremadura verdes, blancas y negras. De esa comunidad habían llegado 34 autobuses».

En total, unas 6.000 personas se concentraron ante la puerta de la cárcel de Guadalajara, convocadas por el PSOE, para rendir homenaje a José Barrionuevo y Rafael Vera, recién condenados ambos por el secuestro de Segundo Marey. Allí estaban Felipe González -que fue el último en abrazarlos- el entonces secretario general del PSOE Joaquín Almunia, además de el ex ministro del Interior José Luis Corcuera, casi todos los miembros de la Ejecutiva Federal del PSOE, el Primer Secretario de los socialistas catalanes y ex vicepresidente del Gobierno Narcís Serra, el presidente del PSOE, Ramón Rubial, el ex vicesecretario general, Alfonso Guerra, y el ex secretario general del PSE, José María Benegas. Tampoco faltaron los presidente autonómicos Manuel Chaves, José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra. La gente gritaba «injusticia», «libertad» y portaban chapas de «yo también soy Pepe Barrionuevo». No faltaron las consignas de «Cascos, Aznar, lo vais a pagar».

Cuenta Del Pozo que «de pronto, apareció el general Galindo, con corbata verde. Eran las 18.20 horas. La gente acorraló al militar y le aplaudió a coro: «¡Galindo!, ¡Galindo!, ¡Galindo!». Para entonces, estaba ya procesado por el secuestro y muerte de Joxi Zabala y Joxean Lasa, por el que luego le condenaron a 75 años de cárcel.

Los homenajes no se limitaron a los alrededores de la cárcel de Guadalajara. Los mensajes laudatorios de dirigentes del PSOE fueron continuos desde que se conoció la condena del ex ministro y del ex secretario de Estado. Con motivo de la presentación del libro de Barrionuevo «2.001 días en Interior», Felipe González se dirigió a él, a Barrionuevo, a Vera, a Galindo y a los también generales Saénz de Santamaría y Alonso Manglano y les dijo: «Gracias por lo que hicieron por España. Hoy me toca decirles con claridad que estoy aquí para dar la cara, y quería darla para que ustedes no tuvieran que darla, porque no lo merecen».

Y en el diario «El País», el escritor y militante del PSOE Antonio Rodríguez Almodóvar terminó su columna de aquel 10 de setiembre del 98, en la que atacaba a Javier Clemente, con un «(A Vera y Barrionuevo, luchadores por la libertad)».

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