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Una despedida con la categoría que le falta a Iñaki Badiola

Era imposible aguantar un pulso de seis meses y la marcha de Coleman demuestra que cualquier atisbo de sensatez va a ser erradicado por Iñaki Badiola

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Joseba ITURRIA

Coleman dio un ejemplo más de su categoría al dimitir sin obligar al club a pagar ninguna indemnización. Lo hizo con la elegancia y el nivel que le falta al que le ha impedido acabar su trabajo. El despido humillante de Salva Iriarte, la llamada para que acudiera hoy a Anoeta sin su abogado y todo lo que ha tenido que escuchar estos últimos días le ha obligado a abandonar un trabajo con el que estaba plenamente identificado justo en el momento en el que más claro estaba que la Real iba por el camino adecuado. Por eso se va. Era imposible aguantar esa tensión durante seis meses y su marcha demuestra que cualquier atisbo de sensatez va a ser erradicado por Badiola, que hasta parece seguir los pasos de Piterman al recurrir a Oliva y Planes.

El Consejo anterior aprendió de sus errores y entendió que este club sólo podía elegir un camino para ser viable deportiva y económicamente. Acertó al contratar a Iriarte y Coleman como guías en un recorrido que iba a estar plagado de minas. El galés se encontró a un grupo de jugadores sin confianza, unos cuantos extranjeros a los que nadie quiso y que no han podido aportar casi nada y a una buena generación de chavales. Sin dinero ni intención para fichar nada empezó a evitar las trampas. El comienzo fue terrible con dos derrotas en casa en los tres primeros partidos, pero pese a todo Coleman ha mantenido firme el rumbo de la nave realista y la ha situado a un solo punto del ascenso tras ser el mejor equipo de los dos últimos meses con nueve canteranos y un sólo extranjero en el once más utilizado, ocho de ellos menores de 25 años.

Daba igual. Se debía buscar un término medio entre la propuesta de Badiola y la de Coleman, por ejemplo, tres incorporaciones, un consenso que no era nada difícil a nada que el presidente tuviera un miligramo de sensatez, pero la locura que dirige este club decidió reventar el único camino válido. Y ayer estaban asustados hasta aquellos que deseaban y han provocado la salida del entrenador que con la tranquilidad y la confianza que les ha dado en los peores momentos ha convertido a unos jugadores sin confianza y llenos de dudas en un equipo fuerte, ganador y seguro de sus posibilidades.

Cuando un equipo vive en la situación de la Real lo importante no es la calidad, que el equipo blanquiazul tiene algo más que cualquiera de los rivales de Segunda, ni los conceptos técnicos o tácticos. La clave está en la cabeza de los futbolistas y en la unidad del grupo para superar una etapa difícil. Y el cambio de entrenador y la llegada de fichajes va a producir una desestabilización en un grupo cohesionado y un mazazo moral a los futbolistas al ser eliminados del club los directivos y técnicos que más han confiado en ellos.

Lo sucedido esta semana no es ninguna sorpresa porque de una cabeza que funciona como la de Badiola se puede esperar todo y nada bueno, y por eso no merece la pena ni criticarle ni recordar todas sus mentiras -Martí no era uno de los cuatro jugadores que decía tener fichados en diciembre cuando reconoció que era Crosas el medio centro y dijo que los otros eran un central, un medio izquierdo y un delantero-. Con él sólo cabe rezar. El que decepciona en esta historia es Pako Aiestaran, ese supuesto responsable deportivo del Consejo durante los seis meses en los que piensa vivir y trabajar en Liverpool, donde ha estado esta semana sin acudir a la reunión del lunes con Iriarte e improvisando soluciones ayer desde Inglaterra. Es triste que Aiestaran haya asociado su nombre al de Badiola. Todo lo que ha hecho el club con él como supuesto responsable deportivo va radicalmente en contra de lo que un técnico, como es él, puede desear que haga una directiva y se asemeja más al estilo que hizo fracasar a Piterman.

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