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Javier Rodriguez Hidalgo Miembro de la Asamblea anti-TAV

La autovía, quince años después

En la entrevista publicada el sábado 5 de enero, ETA declaraba: «Si no hubiéramos intervenido en el conflicto de la autovía [de Leitzaran] las instituciones habrían impuesto, con la fuerza de las armas, su proyecto opresor». Conviene recordar que la autovía de Leitzaran finalmente se construyó, alterando sólo cinco kilómetros de un total de casi treinta. No bastó la fuerza de las armas para imponerlo, sino que también fue necesario que un sector de la coordinadora opositora a la infraestructura aceptara el minúsculo cambio en el trazado, para después brindar con champán. Todo ello con la aprobación de ETA.

Como el conflicto de la autovía, a diferencia del de Lemoiz, es algo de lo que casi nadie quiere hablar hoy día, yo creía que se había asumido que las concesiones que hizo la izquierda abertzale entonces, debido al peculiar contexto político de los años 1989-1992, en realidad habían sido un fracaso en el plano ecológico, al margen de ciertos éxitos políticos parciales. Y, sin embargo, ahora nos encontramos con que la claudicación de Leitzaran fue una especie de victoria. ¿Para quién, salvo para las instituciones y para los que después se dedicaron al pacifismo profesional (léase Elkarri)?

Lo dice la última historia publicada sobre ETA: «muchos coinciden en señalar que [el acuerdo de la Autovía] es una victoria política de HB y una derrota ecológica». Lo demás son cuentos. Aprendamos, pues, de aquella lección amarga para no repetir los mismos errores en la lucha contra la mayor infraestructura que amenaza nuestro país: el Tren de Alta Velocidad.

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