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Raimundo Fitero

Estorninos

Las plagas de estorninos se están convirtiendo en un asunto recurrente. Lo que interesa más es conocer los sistemas que se inventan los lugareños para ahuyentarlos de los lugares que eligen para hacer sus concentraciones y provocar destrozos en mobiliario urbano, arboledas, parterres y nervios de los ciudadanos que han tenido la desgracia de quedar cerca de estos asentamientos nómadas. La cuestión es que los estorninos se pueden convertir en una metáfora, y a los ciudadanos muy bien situados en su organigrama vital y administrativo les molesta todos aquellos asentamientos que no hagan juego con sus visillos. Crece el miedo al otro. Se fomenta la discriminación en asuntos menores que acaban siendo graves.

Los estorninos, en buena lógica, y de acuerdo con lo que nos enseñaron sobre la cadena alimentaria básica, acabarían con los mosquitos, por lo tanto si en vez de llevar ruiseñores y avutardas a las playas hondureñas se hubieran llevado una colonia de estorninos, seguramente no estarían tan agobiados con los ataques de los insectos voladores los figura en supervivencia inútil. El trasvase de contingentes podría ser, en algunos de los casos, una manera de equilibrar las poblaciones, aunque también según qué mentalidades pueden aprovechar estas circunstancias para otros asuntos menos recomendables para la naturaleza de las cosas.

Colocado el punto de vista en un teleobjetivo, los estorninos son unos simples desórdenes atmosféricos que ni dan sombra a los desplazamientos de los elefantes o los búfalos, pero como solamente nos duele la piedras que llevamos en el zapato, le prestamos más atención al batir de una tortilla del vecino que al ruido de un bombardeo en Gaza. El castigo salvaje a que está sometido ese millón y medio de palestinos es un crimen de la humanidad consentida por todos los gobiernos que miran para otro lado, intentando solucionar los problemas que causan los estorninos en el parque circular. La historia nos juzgará a todos. Nos entretienen con falsos problemas, la hipocresía se instaura como forma de organizar el caos dogmático, pero los abusos se pagan. Que nadie lo dude.

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