En el último derbi vasco de la presente temporada en Primera se pudo constatar que en los últimos años se ha enrarecido el ambiente entre los aficionados. Los cánticos contra David López demostraron que se ha instalado una crispación a la que se ha contribuido desde todos los bandos y, sobre todo, desde determinados medios.

El riojano formado en la cantera navarra es el último de los jugadores «cobaya» que han encontrado los «provincianos» para desestabilizar las buenas relaciones que había entre Osasuna y Athletic en particular, pero también entre todos los clubes vascos.

En 2001, los presidentes de ambos clubes por aquella época, Javier Miranda y José Mari Arrate, realizaron junto al máximo mandatario del Alavés, Gonzalo Antón, el camino de Santiago. Eran otros tiempos y la cordialidad era manifiesta.

Ahora las cosas han cambiado. Al actual presidente de los rojillos, Patxi Izco, no le apetece ni ser fotografiado junto a García Macua y la temporada pasada la directiva del Athletic rompía relaciones con la Real por el caso Zubiaurre. También me duele que en San Mamés algunos aplaudan los goles que recibe la Real.

Son actitudes provocadas por los defensores del «provincianismo» en el que camuflan su verdadero interés, que no es otro que su admiración por España y su tirria a todo lo vasco. El objetivo es separar los lazos de unión existentes entre los vascos. Una guerra-trampa en la que muchos caen.

Mi primer equipo es el Athletic. Sin embargo, al igual que disfruto con sus victorias y sufro con sus derrotas, siento lo mismo por el resto de equipos de Euskal Herria. Por eso, deseo que la Real suba a Primera, Osasuna y Athletic no sufran para mantenerse, que el Eibar siga fiel a su estilo y el Alavés recupere la estabilidad. Y por pedir, ojalá que un Segunda B logre el ascenso.