CRÓNICA Incidentes en la izada de Donostia
El hostigamiento policial no logró silenciar el cariño hacia los presos
El acto de la izada del día de San Sebastián, además de una cita festiva, es también un encuentro con el compromiso y la solidaridad. Durante 30 años se ha convertido en una muestra de cariño hacia los presos políticos. Este pasado sábado, la tradicional encartelada se topó con los golpes y empujones de la Ertzaintza y la Policía local.
Oihana LLORENTE
La medianoche del 19 al 20 de enero es una cita especial para todos los donostiarras. Los golpes de tambor y barril al son de las composiciones de Sarriegi hacen desbordar la alegría y vibrar a todos los vecinos de la capital guipuzcoana, estén en la plaza de la Constitución o a miles de kilómetros de ella.
Alejados de su ciudad se encuentran también decenas de presos políticos donostiarras. Con el fin de hacerles partícipes, de alguna forma, de la fiesta, la tamborrada se ha convertido desde hace más 30 de años en un encuentro con el compromiso y la solidaridad para los allegados de aquellos que se encuentran privados de libertad. Portando las fotografías de sus seres más queridos en el escenario, durante 20 minutos -desde las 23.30 hasta las 23.50- hacen que sus hijos e hijas, padres y madres, amigos... sean los protagonistas máximos de la celebración y el jolgorio.
Este año, sin embargo, ha sido diferente. La actuación de la Policía Municipal y de la Ertzaintza ha frustrado este escaparate de compromiso, impidiendo el paso y golpeando a los familiares de los prisioneros, muchos de ellos de avanzada edad.
«No entra ni Dios»
Como manda la costumbre, los allegados se reunieron sobre las 23.30 en la misma plaza, pero se percataron de que el escenario estaba totalmente vallado con barreras de gran tamaño. Por ello, acudieron a los policías municipales que custodiaban el tablado para hablar sobre cómo superar ese obstáculo. Los agentes les dijeron que tenían una lista con los invitados que podían subir al escenario y que el acceso estaba totalmente prohibido para el resto. Los familiares exigieron la presencia de algún responsable o concejal con el que dialogar, pero el mando replicó: «Ya está todo dicho».
Testigos presenciales de los hechos han explicado a GARA que, antes de todo ello, varios jóvenes fueron identificados por la Policía Local cuando intentaban desplegar en el escenario la pancarta, ya tradicional, a favor de la amnistía. Los agentes aseguraron que tenían órdenes de que en los alrededores del tablado «no entrase ni Dios».
Los familiares no se amilanaron, y decidieron dirigirse a la calle San Jerónimo para ascender al escenario junto a los integrantes de Gaztelubide, encargados de dar inicio a la fiesta con la tamborrada. Pero les esperaba la Policía Municipal. Hubo un intento de diálogo por parte de los allegados de los represaliados, pero los agentes no estaban por la labor. Más bien, se mostraban dispuestos a cumplir «las órdenes» como fuera.
Para ello contaron con la ayuda de la Ertzaintza, que en unos pocos minutos hizo acto de presencia desde la calle Portu en tres furgonetas. Según las mismas fuentes, no medió ni media palabra cuando empezaron a producirse porrazos, patadas, empujones... Su único objetivo era alejar a los familiares del escenario. Como resultado, una mujer resultó con la nariz rota, personas de avanzada edad acabaron por los suelos -cubriéndose como podían de lo que les caía-, paneles y fotos de presos fueron destrozadas...
Sin embargo, algunos allegados consiguieron vencer todos los obstáculos y acceder al tablado. Para ello contaron, incluso, con la ayuda de varios tamborreros, quienes les auparon.