Camino Jaso Leon y Eneko del Amo En representación del grupo Nueva Cultura del Agua en Navarra
¡Aún estamos vivos!
El próximo día 23 de Febrero, varios colectivos con trayectoria en la defensa del medio ambiente y de la adecuada gestión del agua y los ríos, así como afectados por los dos proyectos de grandes embalses en Navarra (Itoitz y recrecimiento de Yesa), convocan a una manifestación cuyo lema principal es «¡Aún estamos vivos!»
El lema quiere reunir varios significados:
¡Aún siguen vivos los pobladores de los pueblos aguas abajo de estos embalses!, a pesar de que la seguridad del embalse de Yesa, al igual que la de Itoitz, continúa en entredicho.
¡Aún sigue viva la contestación social!, y todavía confiamos en que al final pueda prevalecer la razón y dejemos atrás una gestión anacrónica de los recursos hídricos (ésa que sigue el modelo de gestión más propio del siglo XIX, tratando a los ríos como canales de agua y cloacas), para desarrollar una nueva gestión más propia del siglo XXI, garantizando su buen estado para el abastecimiento y el disfrute futuros.
¡Aún siguen vivos los ríos! En las últimas décadas del siglo pasado, hasta prácticamente los años noventa, asistimos a un verdadero exterminio hidrológico en todo el Estado español, y se destruyeron ríos y humedales por doquier. Se han perdido kilómetros de hermosas riberas fluviales y se han inundado valles y expulsado por la fuerza a sus habitantes. Los vertidos han llegado a los cauces casi con absoluta impunidad hasta hace veinte años, y se han talado bosques de ribera y transformado las márgenes de ríos y arroyos en estériles canales. En suma, una barbarie causada por un modelo de desarrollo insostenible que justificó la destrucción en nombre de un progreso mal entendido.
Nafarroa no ha quedado ajena a esta destrucción, pero tenemos la suerte de contar todavía con dos de los ríos más emblemáticos de la cuenca del Ebro. El Irati, el último río salvaje del Pirineo, hasta ahora sin presas que regulen su caudal y con las riberas bien conservadas. Y el Aragón, el río que da nombre a un país, hasta ahora con un embalse que regula su cabecera y del que parece olvidarse llegando a la ribera bardenera.
No es éste, por breve, el espacio adecuado para enumerar todas las consecuencias ambientales negativas que tienen los grandes embalses. Basta con decir que restan naturalidad y diversidad, y que pueden conducir a la entrada de especies ajenas de gran impacto como el mejillón cebra y otras de menor fama. Tampoco cabrían en este espacio las consecuencias nefastas para los afectados directa e indirectamente por estas obras. Para corregir todos estos desequilibrios no sólo ambientales y sociales, sino también territoriales y económicos, apostamos por una nueva cultura del agua. Esta viene a proponer un gran pacto social y ambiental por la sostenibilidad de nuestros ríos, acuíferos y humedales, considerando que pelear por su salud es garantía de salud para nosotros y para los venideros. Hay modelos de gestión del agua que no implican grandes almacenamientos en embalses. Los ríos no se pierden en el mar. La naturaleza es sabia; y, sin duda, nosotros seremos más sabios en la medida en que sepamos respetarla.
Porque abogamos por los ríos vivos, la gente viva y la conciencia social viva.