Seguridad vial y responsabilidad
La vergonzosa denuncia interpuesta por el responsable de la muerte de Enaitz Iriondo contra la familia de éste, pidiendo el pago de los gastos derivados del accidente en el que murió el joven de Durango, ha traído a las aperturas de los medios de comunicación la trágica realidad de los accidentes de coche que son consecuencia de negligencias. En torno al caso se ha creado un debate mediático que tiene el valor de sacar a la luz una situación a menudo olvidada, pero también corre el riesgo de desdibujar las causas, las consecuencias y, sobre todo, las posibles soluciones a esta situación. Y es que ni los comportamientos incomprensibles de un indolente ni las negligencias en el atestado ni la frialdad de las casas aseguradoras, ni siquiera el lógico dolor de la familia de Enaitz o de víctimas de negligencias viales similares pueden explicar por sí solos los escandalosos datos sobre este mal endémico de nuestra sociedad.
Para atajar las causas de esta situación es necesario un debate público -es decir, político y social- que no puede reducirse a su aspecto punitivo, a la simple idea de castigar el daño realizado. Esa perspectiva es la que está tomando más fuerza dentro de este debate mediático, con planteamientos que tienen más que ver con una visión de la justicia asociada a la «ley del talión» que con el fenómeno que nos ocupa. Que familiares de víctimas de estos actos criminales clamen venganza es comprensible. Que las propuestas de la mayoría de los que participan en ese debate se reduzcan a la exigencia de reformas legales y mano dura no es de recibo. Más aún cuando no se ha evaluado la última reforma y su aplicación.
Este tipo de polémicas, además de servir para demostrar la solidaridad con los afectados, tienen que servir para cuestionar un sistema vial basado en la primacía del coche sobre el resto de transportes y en los intereses de las empresas -tanto automovilísticas como aseguradoras- sobre los intereses generales. El responsable de la muerte de Enaitz debe pagar por ello, no cobrar. Pero el resto, especialmente la Administración y los medios, tenemos la responsabilidad de intentar atajar las causas.