Alumbrar el túnel para ver más clara la salida
En contra de lo que indica la tradicional falta de humildad de los comentaristas políticos en relación al conflicto político, pocas personas conocieron el desarrollo de las negociaciones del santuario de Loiola mientras éstas se daban. Los encuentros que reunieron a las delegaciones de Batasuna, PNV y PSE en busca de un esquema de transición hacia un acuerdo resolutivo se desarrollaron en un ambiente de confidencialidad. Ambiente que, en aquellos momentos en los que el resto de indicadores -por acción o inacción- eran básicamente negativos, suponía uno de los pocos elementos positivos a la hora de confiar en la capacidad negociadora de los políticos vascos.
Sin embargo, el proceso negociador fue dilapidado para alegría de pocos y para desgracia de todos. Acto seguido, los expertos en retorcer la realidad y los conceptos han pervertido hasta las palabras del refrán, formulando su peculiar «visto lo (no) visto todo el mundo es listo». Así, han determinado que el proceso se desvirtuó como consecuencia de la injerencia de ETA precisamente en Loiola. Por si acaso, todos los que apuntan esa hipótesis obvian los contenidos de esas conversaciones.
Es evidente que pudo haber errores por parte de todos los agentes del proceso, pero la responsabilidad recae sobre aquellos que se levantaron de la mesa -el PSOE y, a su vera, el PNV-. En estos momentos en los que la luz detrás del túnel parece un pequeño y lejano punto, es hora de poner luz sobre aquellas conversaciones. Toca iluminar el túnel con los únicos elementos que pueden acercar la salida: las verdaderas claves del conflicto. Para poder hacer eso, más allá de especulaciones interesadas, sólo tenemos una propuesta. Aquella que dejó la izquierda abertzale sobre la mesa y, a su vez, en manos de la ciudadanía vasca. Una propuesta de articulación de la nación vasca, de transición hacia un marco democrático y de superación de la fase actual del conflicto. Una propuesta que, a día de hoy, sigue sin respuesta ni alternativa y que marca un camino que no termina en Loiola, sino que sigue a partir de la base de aquellas conversaciones.