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Pablo Antoñana escritor

Zozobra

El escritor navarro Pablo Antoñana mira la situación de nuestro pueblo atendiendo a la todavía inacabada «guerra del Norte». Partiendo del análisis de las distintas guerras carlistas, pasando por la Guerra Civil y llegando a nuestros días, según Antoñana los españoles siguen entendiendo nuestro estatus como «concesión» o «privilegio», en vez de por su verdadera raíz etimológica, ligada a la existencia previa de una entidad de carácter histórico y político. De ahí, entre otras cuestiones, la zozobra.

Tiempos azarosos vive este país, hoy mismo, o no sé si dejó de vivirlos desde 1833 en que comenzó la guerra del Norte. Y, siguiendo a Franklin: «no hay guerra buena, ni paz mala». Fueron casi dos siglos de inquietud dormida que de vez en vez despierta. El caricaturista El Roto, ojo avizor, saca en su viñeta a dos viejas de pañolón. Una pregunta: «¿qué dicen?». La otra contesta, «que se ha acabado la ultima guerra carlista». Guerras que arrasaron el país. La del 36, tercera carlista, también desoladora. El origen, ya se sabe: la unificación de impuestos y gabelas, eliminar la administración peculiar, que llamaban fueros. Palabra arcaica que pervirtió su sentido hasta confundirlo con el de privilegio, y si se atendía al diccionario de la Real Academia, lo era. En «El patriota riojano», año de 1823 ya se ataca a los «nefandos privilegios de Navarra y las provincias».

En la manifestación de aquel marzo en Pamplona, bajo el lema «Navarra no se vende», los del Foro de Ermua (Rosa Díez) y Falange Española auténtica gritaron «fuera privilegios», siguiendo la tradición de los Borbones franceses, y de los liberales del XIX y del XX, y de la Falange joseantoniana...

Y más grave aún es que un periódico de Navarra, hace pocos días, les dio sitio a Rosa Díez y Aurelio Arteta para reincidir en lo de «privilegio», y los fueros hay que liquidar, y argumentan con disquisiciones contables y de índole ética. Se dice esto en un periódico de la tierra de la Gamazada, la de los muchos contenciosos de contrafuero defendidos con tenacidad, la que cantó en copla ruda «el escudo de Navarra tiene cadenas de hierro, por eso a Navarra no hay quien le quite sus fueros», y otro más soez, «los Fueros, son los c(...) de Navarra». Parece que, para algunos, es agua pasada, rastros de un fervor romántico, pero esto es la guerra del Norte sin concluir; comenzada con el uniformismo de origen francés y el sentido arcaico dado a la palabra «Fuero», que tenía significado medieval y no el verdadero de vestigio de una autonomía existente, antes de que el general Espartero en el Convenio de Bergara se comprometiese «a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los Fueros». No era concesión, como queda esclarecido en lo escrito en el libro «Geografía hispano científica». Año de 1853, por Don Francisco Jorge Torres. En él España se divide entre: primero, la España asimilada, la corona de Aragón; segundo, la uniforme, las provincias de la corona de Castilla y León.; y tercero, las cuatro provincias exentas o forales (sic). «La foral de Navarra y las tres provincias vascongadas llamadas exentas y no tienen milicias, ni estancos, conservan régimen especial para la administración y para la contribución pecuniaria y de sangre, se valen de los medios que por sí mismos estiman convenientes. La Navarra española siguió con sus Cortes, consejos, virreyes, y gobierno especial hasta 1839 en que se hizo el arreglo de los Fueros».

Si hubiera leído atenta estos y otros testimonios de rigor histórico, Rosa Díez no hubieran gritado «fuera privilegios», sino con mas exactitud histórica: «fuera los vestigios de soberanía de Navarra». Es decir la que en 1512 perdió cuando, siendo reino independiente, fue conquistada a sangre y fuego, tal que describe el testigo de parte, Don Luis Correa, capitán del ejército del Duque de Alba, en su «Historia de la Conquista de Navarra»: «los moradores fueron sometidos a saco, pegando fuego a sus casas» (...) «muchas doncellas forzadas» (...) «los infantes se extendían en la codicia del robo».

Parecía que después de iniciada la primera carlista, iba a llegar la solución al conflicto, que existe, que no puede ser negado, aunque hay un empeño en no reconocer, y mal se resuelve lo que se tiene por inexistente.

Con alguna cordura se trató en la Constitución del 78 al reconocer los «territorios históricos» -de lejos venían-, y la transitoria 4ª para Navarra. Pero no, no hay resignación, se encona con los convenios económicos, la campaña generalizada en prensa, tele y radio. Sus contertulios y columnistas recuerdan al «patriota riojano» de 1823 y sólo les falta usar la palabra «nefandos privilegios». Sería largo de contar la vicisitud que mantiene vivo al conflicto, las manifestaciones de políticos, ensayistas, historiadores. Coinciden todos en la «necesidad» de uniformar los Estatutos, si no liquidarlos, igualdad de tributos y administración.

Es decir estamos en 1833, sólo que por aquellos años el integrismo católico y montaraz, hoy inserto en la ultraderecha, estaba con los pretendientes carlistas a la Corona, y hoy la derecha dura y cruda va de la mano con la izquierda jacobina, como fiel y temeroso monaguillo, acogidos al mismo manto sagrado de «los constitucionalistas».

Hoy el combate es otro, no se entra «a la carrera y la bayoneta». Ni el fusil Berdam del 75 ni el mortero Valero del 36 disparan plomo. Pero el cornetín de ordenes dio el toque de ofensiva general, «a por ellos», y se movilizan todas las instancias del Estado en la guerra del Norte sin acabar.

Los uniformes de opereta de los fusileros carlistas, diseñados casi por un sastre de París para opereta, hoy son negros de toga; los parapetos no están hechos con sacos terreros, sino son peceras de emisoras, oficinas de periódicos; y en vez de disparar con posta se dispara con leyes, decretos, autos, mentiras repetidas conforme a la consigna de Goebels, que se convierten en verdad, sin dar respiro.

Se cierran periódicos, emisoras de radio, silencio, pasan los años y no hay sentencia, silencio, la «libertad de expresión» no está conculcada, silencio, se llenan las cárceles, juicios masivos, silencio, se ilegalizan partidos, silencio, se somete a tortura como en los tiempos en que mandaba el general, silencio, los informes anuales de Amnistía Internacional, silencio, la última del 8 de enero pasado, sobre las supuestas torturas de Igor Portu, insta a las autoridades a «una investigación independiente, exhaustiva, e imparcial», y los dos principales y grandes partidos se oponen, silencio, seguimos sin saber . Y con ello el estado de derecho en entredicho.

La democracia real que soñamos, muerto el general, pasó a la democracia formal, las listas cerradas, laberinto de leyes, la «razón de estado», «el fin justifica los medios», «al amigo favor, al enemigo justicia».

El pueblo desmembrado, mirándose de reojo, imposible de juntarse en camino común, juntar las manos; disputas, discordias y disensiones, y el culpable es siempre el otro, reparto de insultos disparados como escupitajos, muchos caminillos que llevan al caserío, y ninguno principal, como bien definió Salvador de Madariaga, al pueblo vasco. La cosa, no tiene remedio, la guerra del Norte, sin pintas de acabar.

Dios nos coja confesados.

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