Las nuevas entregas de «House» son demasiado barrocas. La selección de nuevos personajes, o sea, de nuevos médicos que le acompañen en sus actuaciones hospitalarias se está llevando por un territorio narrativo que no aporta casi nada. Yo diría que le están quitando misterio, que una vez realizada la selección tendremos un material demasiado viscoso, sin apenas capacidad de sorprender. Aunque los guionistas tendrán variables en las tramas que nos desmentirán. A no ser que los guionistas sigan de huelga y entonces el asunto se estanque. Es una apreciación producida tras una visión de dos capítulos que me han parecido muy mediocres.

Reconozcamos que mantenemos con las series una especie de filosofía del ligue. Vivimos idilios torrenciales, consideramos durante unas semanas, posiblemente una temporada, a la serie de turno como la mejor de la década. La recomendamos y cuando alcanza las cuotas de pantalla que la hacen popular, le giramos la espalda, o hacemos una mueca de suficiencia que no se corresponde con la realidad artística. Es un actitud un poco elitista, un complejo que arrastramos en muchos otros ámbitos. Cuando nadie veía a «House», nos sentíamos descubridores, ahora que es una de las series más vistas, nosotros la miramos con displicencia.

Lo anterior es una confesión para que se comprenda que nadie es más falible que quien juzga una serie, un programa, una programación televisiva. Porque es un asunto tan subjetivo, como oportunista, en el mejor sentido de la palabra, si es que existe un sentido bueno del oportunismo. Ahora mismo van a quitar de la parrilla «Aquí hay tomate», y se ha convertido en una noticia reproducida por los otros medios y motivo de conversación. Tanto que me preguntan en mi entorno: «¿por qué la quitan?» Y juro que no tengo nada más que intuiciones. Pero intuiciones muy remotas. «¿Qué van a poner en su sustitución?» No lo sé, pero seguro que dará menos audiencia, a no ser que adelanten a Bea. Este sí que es un asunto viscoso, y solamente debemos esperar porque a partir de ahora, se supone que los protagonistas y responsables hablarán. Y que alguno tendrá ganas de decir algo parecido a la verdad.