LA TRUCHA autóctona desaparece
De plato típico navarro a especie agonizante
Hasta hace pocos años la «trucha a la navarra» era un plato típico que no faltaba en los folletos turísticos de este herrialde. Al igual que ha pasado con otras especies, como el cangrejo de río, hoy en día la trucha se encuentra en una situación crítica, no sólo en Nafarroa sino en el conjunto de Euskal Herria. En torno a 40.000 pescadores vascos están preocupados por el futuro de esta emblemática especie.
Iñaki VIGOR
Los vecinos de más edad de Iribas todavía recuerdan cómo, siendo jóvenes, se acercaban al río, cogían a mano las truchas que necesitaban, y se preparaban una buena merienda. Esta práctica gastronómica era privilegio de muchos pueblos vascos, pero desapareció cuando se generalizó el uso del automóvil y comenzaron a llegar pescadores de otras zonas. En la actualidad, prácticamente ya no pescan ni los del pueblo ni los foráneos. Y es que la trucha autóctona ha ido desapareciendo poco a poco de ríos donde ha sido la especie más emblemática.
Hagamos una sencilla cuenta a la baja. En Nafarroa están federados unos 23.000 pescadores, de los que aproximadamente 20.000 se dedican a la trucha. Si cada uno de ellos pesca ocho piezas en cada temporada, al cabo del año supone 160.000 truchas adultas, es decir, la mitad de las que se estima que existen en los ríos navarros, incluidas las procedentes de repoblaciones.
Sin embargo, no parece que la pesca haya sido un factor determinante a la hora de explicar la crítica situación de la trucha en la actualidad. «Hace años se pescaban muchísimas más truchas que ahora, había muchísimo más furtivismo, los ríos estaban incluso más sucios que en la actualidad, pero había muchas más truchas. La diferencia es que entonces las truchas se reproducían y ahora no lo hacen, por lo que todos los agentes en contra se convierten en determinantes». Así lo explica Josetxo Martínez, vicepresidente del Club de Pescadores Derpotivos Río Arga.
La dificultad de la trucha para frezar, para reproducirse, es la causa principal de su alarmante desaparición, según recogen los informes técnicos del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa. Así lo entiende también Josetxo Martínez, quien destaca las causas climáticas: «En invierno no tenemos una temperatura constante del río, como pasaba antes, y en primavera-verano se produce un estiaje prematuro, por lo que los alevines se quedan en seco antes de consumir su saco viterino. Son dos fases críticas en el proceso de reproducción de la trucha que se están alterando por el cambio climático».
Pero hay más causas. En los últimos años han aparecido nuevo predadores, como el cormorán, o se han multiplicado de forma excesiva otros que ya estaban asentados, como las garzas. «El cormorán es una especie alóctona y ha estado protegida hasta hace poco tiempo. Ahora ya no lo está, pero no es una especie cinegética y está haciendo mucho daño a la población truchera. En cuanto a la garza, sigue estando protegida, pero no es una especie cinegética y ha aumentado mucho su número en los últimos años. Todas las especies tienen derecho a coexistir, pero cuando una aumenta de esta forma y se encuentra con otra que ha ido en detrimento -añade el vicepresidente de Río Arga-, se llegan a situaciones como ésta».
Y la situación no puede ser más preocupante. En los últimos años la población de trucha se ha reducido casi a la mitad y se encuentra en mínimos históricos, hasta el punto de que el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno puede adoptar en los próximos días (la temporada comienza a finales de marzo) una medida sin precedentes: prohibir la pesca de la trucha en los 1.860 kilómetros de ríos de la región salmonícola superior, es decir, toda la mitad norte de Nafarroa por encima de una línea imaginaria que uniría Esa, Iruñea y Zuñiga.
«Evitar los vertidos contaminantes»
Al igual que otros muchos aficionados a la pesca, Josetxo Martínez opina que esta medida puede ser excesiva y que se tenían que haber tomado otro tipo de medidas «mucho antes» para no tener que llegar a esta situación. «Ahora nos piden un esfuerzo tan grande como es renunciar a pescar. Nosotros no ponemos en duda los informes científicos de los técnicos, pero venimos reclamando medidas desde hace tiempo y, por falta de medios o de coraje político, no se han hecho. Si nosotros no podemos pescar, pedimos que en contraprestación haya una respuesta a nuestro esfuerzo, tanto económica como de medios», reclama.
Una de las medidas que considera primordial para intentar recuperar la población truchera es evitar los vertidos contaminantes a los ríos. En concreto, hacer cumplir las normas «a todo el mundo», incrementar el número de depuradoras, controlar las fosas sépticas y los vertidos agrícolas y ganaderos, evitar que los pesticidas lleguen al río, y otras medidas contra la contaminación, «que se hace más aguda si cabe por el excesivo estiaje de los ríos».
En esta misma idea incide Antonio Munilla, quien pone como ejemplo el caso de la regata Katazpegi, en la zona de Lesaka: «Allí está prohibida la pesca de la trucha porque los peces de esta regata presentan bioacumulación de metales peligrosos, debido a la contaminación de un vertedero ilegal». Al mismo tiempo, el portavoz de Gurelur acusa al Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa de «verter toda clase de peces alóctonos en los ríos, especies que compiten con los autóctonos y les transmiten enfermedades».
En cuanto al furtivismo, el vicepresidente de Río Arga cree que, aunque es un factor que se va sumando a otros, en la actualidad «no tiene mucho peso» en el descenso de la población truchera. «El furtivismo que realmente hacía daño, que era el comercial, se acabó hace años. Ahora los restaurantes ya no se atreven a vender trucha de río, porque se la están jugando. Hoy en día se hace un furtivismo de merienda -resume-, pero eso es anecdótico».
Aunque ha sido en Nafarroa donde ha saltado la voz de alarma, la situación de la trucha en los demás herrialdes es muy parecida. En la Federación de Pesca de Gipuzkoa ya vienen observando que el número de ejemplares ha ido descendiendo de forma notoria en los últimos años. Su vicepresidente, Patxi Urruzuno, apunta al cambio climático como una de las causas, pero también reconoce que la pesca «es cada vez más técnica, es decir, somos más pescadores», y que también ha ascendido el número de aves que se alimentan de truchas, «sobre todo la garza».
Medidas más restrictivas en Gipuzkoa
A su juicio, otro factor negativo son los vertidos procedentes de la actividad ganadera: «La gran mayoría de los vertidos industriales ya se van controlado, y además muchos de ellos se producen en zonas medias o bajas de los ríos, por lo que no influyen tanto en los salmónidos. En cambio, hay muchas explotaciones intensivas de ganadería instaladas en las cabeceras de los cauces».
Para intentar paliar esta situación, en Gipuzkoa se está estudiando la adopción de normas más restrictivas en cuanto a cupos, pero de momento no se han contemplado medidas tan drásticas como en Nafarroa. Cada año unos 6.000 pescadores guipuzcoanos sacan licencia para pescar en este herrialde, pero otros muchos prefieren practicar este deporte en ríos navarros.
«Este año apenas he visto freza»
La afición a la pesca en Araba también es significativa, ya que cada año se conceden en torno a 7.000 licencias. También en este herrialde la población truchera ha descendido de forma drástica. «Aquí estamos muy preocupados porque llevamos tres años seguidos con muy mala freza. Probablemente es el mismo problema que hay en Navarra. Los animales no entienden de mugas, y cuando se da un problema en un sitio, en las mismas latitudes suele pasar lo mismo». Así lo indica Ramiro Asensio, biólogo y miembro de la Federación de Pesca de Araba.
Su experiencia le dice que un año de mala freza se compensa al año siguiente si hay buena freza; dos años sin freza «crea un hueco en la estructura poblacional», y tres años sin reproducción «ya es una cosa muy gorda». Y esto es lo que ha ocurrido en los ríos alaveses, donde hace dos años la freza fue «muy baja», el año pasado fue «prácticamente cero» y este año «apenas he visto freza», constata este biólogo.
En Bizkaia hay en torno a 1.500 pescadores con licencia, pero otros miles más optan por ir a territorios vecinos, como Castilla-León, Cantabria o Gipuzkoa. Y es que, salvo el Kadagua, los demás ríos vizcainos han estado durante muchos años muy castigados por los vertidos contaminantes de las industrias. «Aquí no tenemos los ríos que hay, por ejemplo, en Navarra. En Bizkaia el proceso industrial ha sido devastador, y por eso tenemos los ríos más degenerados», constata el presidente de la Federación de Pesca de este herrialde, Herminio Pérez.
Tal vez por ello en Bizkaia no se ha notado tanto el descenso de la población truchera y no se contemplan medidas especiales para intentar su recuperación. «Prohibir la pesca quizás tendría sentido en las cabeceras de algunos ríos, donde se intenta recuperar la trucha autóctona. Pero en el resto no tiene sentido, porque los ríos ya están bastante fastidiados», reconoce Pérez.
A pesar de este panorama, ve el futuro «un poco más esperanzador, porque ahora se controlan más los vertidos, el agua está mucho más limpia y la flora y fauna de los ríos se va recuperando». Pero, de momento, la situación sigue siendo preocupante. Aunque se intenta paliar con las repoblaciones de los cotos, el número máximo de capturas permitidas va descendiendo año tras año, hasta el punto de que para la próxima temporada sólo se van a permitir cuatro truchas por cada permiso.
«La causa de que esté desapareciendo la trucha autóctona se debe a la eliminación de los valores naturales de nuestros ríos, por los dragados y canalizaciones que acaban con las madres y los meandros, por los vertidos contaminantes, por los parques fluviales, por las centrales hidroeléctricas, por la introducción de especies alóctonas y por la sobreexplotación de los caudales». De esta forma resume Antonio Munilla, en nombre de Gurelur, las causas que han llevado a esta situación casi agonizante.
A su juicio, se trata de «la crónica de una muerte anunciada», porque en los últimos años el Gobierno de Nafarroa «ha permitido la implantación de empresas que están agotando nuestros recursos hídricos y están contaminando los ríos con sus vertidos».
Munilla recuerda que los responsables de Medio Ambiente testificaron a favor de las empresas Luzuriaga y Papelera de Navarra cuando fueron denunciadas por vertidos contaminantes al Zidakos y al Aragón, y que también lo hicieron cuando la empresa Inabonos realizó vertidos al Arga y al Ebro.
Hace unos cuantos años el cangrejo autóctono, abundante en los ríos vascos, prácticamente desapareció debido entre otras cosas a la introducción de especies más voraces, como el cangrejo americano. Algo similar ha ocurrido con la trucha autóctona, cuya población ha ido en descenso desde que comenzaron a realizarse repoblaciones con ejemplares de la especie arco iris. Estos alcanzan tamaños muy superiores, como puede verse en la fotografía.
Una de las medidas que se están planteando para intentar recuperar la población truchera es la pesca sin muerte, es decir, devolver la trucha al río una vez que se le ha quitado el anzuelo. Se trata de una modalidad que cada vez tiene mayores defensores, aunque quizás no tantos practicantes. «En Navarra estamos 20.000 pescadores y tendremos que ir a pescar a algún sitio. Yo creo que la pesca sin muerte debería ser una solución. ¿Por qué tenemos que dejar de pescar? Lo que tenemos que hacer es dejar de matar», propone el vicepresidente del Club de Pescadores Deportivos Río Arga, Josetxo Martínez.
Aunque reconoce que «somos pocos los que pescamos sin muerte» y que «ha habido líos muy grandes» en torno a esta cuestión, recuerda que en Andalucía la trucha se llegó a declarar especie protegida y fue entonces cuando se introdujo la pesca sin muerte. «Eso es algo que los cazadores no pueden hacer, pero los pescadores sí», reflexiona Josetxo Martínez, aunque admite que «es muy complicado» generalizar esta modalidad deportiva debido entre otras cosas a la «división que existe entre los propios pescadores».
«Tenemos que empezar a pensar en no llevarnos los peces que capturamos y ayudar a esta especie a que se recupere a base de repoblaciones con trucha autóctona», propone Patxi Urruzuno. El responsable de ríos de la Federación de Pesca de Gipuzkoa recuerda que llevan varios años intentando extender esta modalidad. «Entendemos que es un deporte en el que el fin no es matar al pez ni comérselo. Se puede practicar sin matar al animal, y es la única forma de mantener el deporte en el futuro. Aquí somos 6.000 pescadores, y a nada que pescaríamos una trucha cada vez que vamos al río, esto sería un desastre», remarca.
«Nosotros también abogamos por la captura sin muerte, porque pensamos que la pesca debe ser totalmente deportiva y no debe tener ninguna otra connotación», agrega Herminio Pérez desde la Federación de Pesca de Bizkaia.
Según diversos estudios, se estima que en la pesca sin muerte el índice de mortalidad ronda el 4% de las capturas realizadas, y no se deben a las heridas provocadas por el anzuelo sino al estrés que sufre el animal cuando se tarda mucho tiempo en sacarlo del río y en devolverlo de nuevo a su hábitat.